A diferencia de otros países, quienes se desempeñan en la labor política en Suecia no disfrutan de privilegios ni lujos fuera de lo común. Los diputados suecos se jactan de no utilizar los fondos de los contribuyentes para, por ejemplo, contratar asesores, vuelos privados, guarderías para sus hijos, alquiler de costosas y lujosas oficinas, y demás.
De manera casi austera, los despachos del nuevo Parlamento cuentan con siete metros cuadrados, apartamentos reducidos para los funcionarios y como detalle no menor, en Suecia no existe la inmunidad parlamentaria, es un concepto completamente desconocido para ellos.
En una entrevista brindada al medio BBC News, el diputado socialdemócrata Per-Arne Håkansson, contó: “Somos ciudadanos comunes. No tiene sentido conceder privilegios especiales a los parlamentarios, porque nuestra tarea es representar a los ciudadanos y conocer la realidad en la que viven. Representar a los ciudadanos es un privilegio en sí, ya que tenemos la oportunidad de influir en el rumbo del país”.
En la cantina del Parlamento, los diputados deben pagar por la comida y después de comer, cada parlamentario debe llevar su propio plato al lado de la cocina, dado que, dicha cantina no dispone de camareros.
El Parlamento sueco también cuenta con un restaurante más formal para ocasiones especiales, pero no es muy popular entre los diputados ya que la mayoría prefieren llevarse su propia comida.
Otro punto a destacar es que, ningún diputado puede aumentarse el sueldo. Los salarios de los parlamentarios se determinan en un comité independiente llamado Riksdagens Arvodesnämd.
La ejemplar decisión se estableció, según consta en los archivos parlamentarios, bajo la consigna de que “ningún ciudadano debería verse impedido ni convertirse en diputados por razones económicas”. Es por este motivo que el valor del sueldo no debería “ser tan alto como para volverse económicamente atractivo”, constan dichos archivos.