27 julio, 2024

HISTORIAS OLVIDADAS: ¿Se conocieron Mussolini y Disney?

Algunos expertos niegan una reunión que otras fuentes sitúan en Villa Torlonia. Entre ellas, un hijo del Duce y el hermano del dibujante...
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Algunos expertos niegan una reunión que otras fuentes sitúan en Villa Torlonia. Entre ellas, un hijo del Duce y el hermano del dibujante.

Guita Carell fotografió a todo el que fue alguien en la Italia fascista: desde princesas como María José de Saboya a artistas como Vittorio de Sica y por supuesto, políticos, incluido Mussolini. Pero en la serie de retratos que realizó durante los años 20 y 30 del siglo XX, se coló alguien que no tenía sangre real ni era italiano ni militó en el Partido Fascista: Walt Disney.

Las tres fotografías que le hizo al creador estadounidense son de 1935 y cómo logró Carell captarlo sin salir de Italia lo explica el viaje, mitad turístico, mitad comercial que Disney, su esposa Lillian, su hermano Roy y la mujer de éste hicieron ese año por Europa.

Uno de los retratos que Carell le hizo a Disney en 1935.

En Italia, los hermanos querían reunirse con varias casas editoriales para llegar a un acuerdo económico sobre sus cómics, muy celebrados en el país de la bota desde que Mickey se convirtiera en “Topolino” el 31 de diciembre de 1932 de la mano del sello Nerbini. No fueron los únicos encuentros que concertaron en ese tour que iniciaron en Francia y les llevó por Suiza, Inglaterra y Alemania. Solo una de esas reuniones sigue suscitando controversia 84 años después: la que habrían tenido el padre de Mickey y Benito Mussolini.

PROBLEMAS MATRIMONIALES:

En 1935, la carrera de los hermanos estaba en su apogeo. Según el libro Disney’s World, su popularidad llegaba a las más altas esferas. “Los hombres de Estado y los políticos mencionaban a Mickey Mouse en sus discursos”, añade Leonard Mosley, autor del libro donde explica que en esos años se filtró a la prensa que lo que más le gustaba hacer en su tiempo libre al presidente Franklin Delano Roosevelt, era ver en la televisión Los tres cerditos.

Además, Walt acababa de encontrar a su Pato Donald, Clarence Nash, el maestro de escuela que le puso voz a su creación más refunfuñona. Fue un hallazgo, más teniendo en cuenta que él mismo había usado su laringe para insuflarle vida a Mickey. Tanto le gustó, que le pagó clases de español, italiano, portugués, alemán e incluso chino y japonés porque no quería que nadie más en el mundo interpretara a su “hijo”. Y así, Nash fue Donald durante 50 años.

Pero la vida personal de Disney no era en esos años tan excitante. Tras el nacimiento de Diane, ansiaba un hijo varón que no llegaba. Según Mosley, los médicos concluyeron que su nivel de espermatozoides era muy bajo y le procuraron un tratamiento para la tiroides que no funcionó. Volvió a fumar mucho y no estaba de buen humor, algo que afectó a su relación con Lillian, con quien llevaba diez años casado.

Por eso, para que su hermano y su cuñada se relajaran, organizó él mismo un viaje por Europa con la excusa de recoger un galardón que la Liga de Naciones le había concedido a Walt por “hacer felices a los niños”.

Los hermanos Disney, Walt y Roy, en una imagen de 1939.

LA VISITA DE LA DISCORDIA:

El éxito vino acompañado de mucho dinero, al que los dos matrimonios se acostumbraron rápidamente. Por eso el trayecto hasta Europa lo hicieron en el Normandía, el mejor crucero de lujo del momento, uno construido en los “felices años 20”, los mismos en que Disney empezó a forjar su éxito.

Lo que supuso su llegada a Italia en 1935 se puede ver en los vídeos del archivo del Istituto della Luce. Uno de ellos recoge la cena de gala que se hizo en honor de Walt en el Cinema Barberini en Roma. En la puerta, antes de entrar, se puede ver a Ghita Carell. También al ministro de Propaganda, Gian Galeazzo Ciano, casado con Edda, hija de Benito Mussolini.

A falta del Duce, su hija y su yerno hicieron los honores oficiales en aquella recepción. Pero la controversia sobre si Disney y Mussolini llegaron a conocerse no se ubica en la puerta de ese cine sino en Villa Torlonia. Si se atiende al relato de Romano Mussolini, cuarto vástago del dictador, Disney los visitó en aquella mansión que su padre acabaría convirtiendo en búnker.

Serata di gala in onore di Walt Disney.

Giornale Luce B0718 del 1935 Descrizione sequenze:fotografia di Walt Disney, creatore di Topolino ; disegni del famoso cartoon ; il cinema Barberini, sede della serata di gala ; gli invitati alla serata ; arrivo di Walt Disney e signora ; Il ministro per la Propaganda e Stampa e la Contessa Ciano Mussolini presenziano la cerimonia ; Archivio Storico Luce http://www.archivioluce.com .

Se lo contó en 1995 al periodista Francesco De Giacomo en IF, una revista especializada en cómics. En ella no solo habla de la pasión que sentían en su casa por las novelas gráficas, también relata la visita del dibujante y el regalo que les llevó a los más pequeños de la casa: “Fue recibido por mi padre y en esa ocasión nos dio a Anna y a mí un enorme Mickey de madera.”

Romano, que entonces tenía ocho años, se casó más tarde con María Scicolone, hermana de Sophia Loren y autora de A tavola con Il Duce (En la mesa con el Duce), un libro en el que además de explicar que al líder fascista le gustaba mucho el ajo también desgranaba la anécdota que le contó su marido. En esas páginas explica que su suegra, Rachele, preparó aquella tarde un pastel para agasajar a su invitado y que a Disney le gustó tanto, que le pidió la receta y decidieron llamarlo “Torta Topolino”.

Romano Mussolini, junto a su padre

PAPELES CONTRA RECUERDOS:

Didier Ghez no niega aquel encuentro tuviera lugar. Lo que niega el autor de Disney’s Grand Tour: Walt and Roy’s European y uno de los mayores expertos en la vida y la obra de Disney es que allí estuviera el Duce. Según explica al sitio Vanity Fair, una de las razones que le hace pensar así es que no hay registro de ese encuentro en la agenda oficial del mandatario. Al recordarle que todas las fuentes dicen que fue una visita privada, aporta la reconstrucción que hizo confrontando los eventos a los que acudieron los Disney y Mussolini para demostrar que no hubo hueco para que coincidieran.

La única posibilidad, dice, habría tenido lugar el 20 de julio de 1935. Ese día, un telegrama de Luigi Freddi, periodista y responsable de la política cinematográfica del régimen fascista, confirmó a Walt Disney que se vería con el yerno de Mussolini a las 5.30 de la tarde. Ghez cree que lo que pasó fue lo siguiente: quedaron en el Ministerio de Propaganda y luego les pidió a Walt y Roy que le acompañaran a casa de su suegra para recoger a Edda.

“Allí, los Disney se habrían reunido con la esposa de Mussolini, así como con el hijo, Romano, y con las hijas, Edda y Anna Maria. Desde allí, Ciano y Edda probablemente condujeron a Walt y Roy a su hotel, ubicado en Via Vittorio Veneto, 125, a seis minutos en coche de Villa Torlonia, para recoger a Lillian y Edna”. Después de una cena en el restaurante Alfredo, dice Ghez, las tres parejas fueron juntas al Barberini, y no hubo hueco para ver al Duce en ningún momento, pues otros compromisos que sí aparecen en su agenda le habrían impedido llegar a tiempo a casa para encontrarse con ellos.

Il Duce, Benito Mussolini durante un discurso.

El experto explica al sitio VF que dedicó 18 meses en llegar a esta conclusión. ¿Cómo explica entonces la versión de Romano? Como un caso de “realidad alternativa”, un proceso por el que los críos habrían escuchado anécdotas al respecto, las habrían mezclado y habrían acabado asumiendo que ese día su padre también estaba en casa.

Hay otras dos pruebas que usan quienes creen que Walt y Benito comieron torta juntos. Una es la foto que el dirigente le dedicó de su puño y letra al dibujante. El retrato es obra de Carell y en él se puede leer: “A Walt Disney, con cordiales saludos y felicitaciones”. Para Ghez, es un formalismo propio de un dignatario, no la frase de un hombre que ha conocido a otro personalmente. También aventura cuándo lo recibió el americano: “En una recepción organizada en su honor por el ministerio de Propaganda en el Hotel Ambassador, el 21 de julio”.

EL TESTIMONIO DE ROY

La otra prueba que refuta Ghez son los recuerdos de Roy Disney. Michael Barrier recoge en The Animated Man: A Life of Walt Disney una entrevista que concedió en 1967 al periodista Richard G. Hubler. “¿Sabes? Tiene una oficina realmente grande. (…) El tipo que nos condujo hasta él llevaba unos zapatos italianos que sonaron ‘ñic, ñic, ñic’ durante todo el trayecto hasta Mussolini. Él estaba allí sentado, con los ojos puestos en nosotros y sentado en la sombra. Al sentarte en la silla, te sentías como delante de un foco. Pero fue muy agradable y muy cordial”. Así recordaba el encuentro que él y Walt habrían tenido con Mussolini.

“El caso de Roy es mucho más desconcertante. La única explicación que tiene sentido, desde mi punto de vista, es que recordara la reunión con el yerno de Mussolini y pensara que era una reunión con Benito Mussolini”, argumenta Ghez. También añade que esa entrevista tuvo lugar en el final de la vida de Roy, dando a entender que quizás confundiera los recuerdos.

En su libro, Barrier da por buenos los recuerdos de Roy y de Romano. Pero al contactar con él, ha explicado al sitio VF que fue un error por su parte y que Ghez tiene razón. No ha dado más explicaciones. Quien da por bueno el encuentro con Mussolini es Leonard Mosley, que también habla en su libro de una visita de los Disney al Papa Pío XI, algo que Ghez atribuye a una invención de la prensa estadounidense, pues no hay registro de esas visitas en los diarios de Edna Disney, ni en los de Roy, “bastante exhaustivos”. Tampoco en la prensa italiana.

LEER CON CAUTELA

En Italia no son tan categóricos, y el experto en cómics y director de la revista Dime Web, Francesco Manetti, no llegó a ninguna conclusión en uno de los artículos que le ha dedicado al asunto. Lo que sí advierte es algo que hay que tener presente cuando se habla de alguien que ha tenido la trascendencia que tuvo, y aún tiene, Disney: leer lo que se dice sobre él con mucha cautela.

Walt Disney en sus últimos años

Por ejemplo, Manetti considera que Disney fue un capitalista atípico: claro que quería ganar dinero, pero también estaba dispuesto a perderlo. “A lo largo de los años se arriesgó a la quiebra varias veces para perseguir sus sueños, antes y después de Mickey.” El experto considera que uno de esas visiones escoradas es la de Marc Eliot en Walt Disney, Hollywood’s Dark Prince, basado en declaraciones de Art Babbitt, uno de los principales animadores de Disney y creador de Goofy que apoyó una huelga de empleados en 1941. “No desaprovechó ni una ocasión para atacar a su ex amigo”, apunta Manetti.

Esa precaución, Ghez dice aplicarla con documentos. “No siempre, pero a menudo, son más fiables que los recuerdos”, asevera al sitio VF e insiste en que él también creía que aquella reunión había tenido lugar cuando inició una investigación que contó con el apoyo de Diane, la hija de Disney. También tuvo el beneplácito de la compañía para publicarlo.

Ghez no ha sido el primer biógrafo aprobado por la factoría para contar la historia del hombre que nació en un municipio llamado Hermosa y se convirtió en el rey de la animación en todo el mundo. Solo un año después de la muerte de Walt, la familia contrató al ya citado Richard G. Hubler para que relatara su vida y su obra. La entrevista donde Roy explica la visita a Mussolini formaba parte del material de ese libro, que nunca vio la luz. “Lo entregué para que hicieran las correcciones y/o las deserciones”, indicó Hubler con ironía años después de haber entregado el manuscrito a la familia. Lo cobró, pero la respuesta que le dieron la resumió así el periodista: “Todo lo que obtuve fue silencio.”

EL AMOR DE MUSSOLINI POR LOS CÓMICS

Manetti no llegó a ninguna conclusión pero aportó argumentos que darían sentido a una reunión entre el creador americano y el líder fascista. Una es la relación que tenía Mussolini con el cartoon. “El amor por el cómic internacional, fomentado por la familia Mussolini, se dirigió sobre todo a las aventuras clásicas y los productos de Disney”, dice Manetti. También él habla de Romano, el hijo pianista de Mussolini, que adoraba las revistas de Flash Gordon, Popeye y “Topolino” y que obtuvo su carné “Amigo de Mickey Mouse” en 1936, un año después de la supuesta visita.

Ese interés venía de su padre: Benito Mussolini conocía los cómics y su poder, pues a pesar de encabezar un régimen en el que las palabras grandilocuentes tenían mucha importancia, también conocía el peso y la potencia de la imagen. Por eso contrató a Luigi “Liberio” Pensuti, que creó una película de animación para una campaña contra la tuberculosis promovida por el gobierno.

Pensuti fue el autor de los cortos de dibujos que se proyectaban en los años 30 en los cines italianos antes de cada película. La envergadura de su obra no se conoció hasta hace cinco años, cuando un donante anónimo cedió sus cintas a la Cineteca de Milán, el Istituto della Luce y el Cinema Ritrovato de Boloña. Así pudo verse el trabajo de un hombre que entre el nombre y el apellido se colocó la palabra “liberio” para recordar sus ideales anarquistas.

Il Dottor Churkill (1941)

NOTE: This video was made for the sole purpose of informing and preserving history. All ideas expressed by this material are only part of its historical context. Nazi ideas or any other similar position are totally rejected by the person who uploaded this video.

Uno de los cortos de Luigi “Liberio” Pensuti

Pero Pensuti, que en su juventud como marionetista se había enfrentado al fascismo, llegó a ser director del Istituto della Luce con Mussolini, que lo sacó del cargo cuando él se negó a sacarse el carné del Partido Fascista. Se le conocía como el “Walt Disney italiano”, y era admirador del estadounidense, aunque al contrario que él, nunca diseñó animales antropomórficos, algo que habría aplaudido Rafael Sánchez Ferlosio, el mayor crítico en España del creador americano. Lo acusaba, entre otras cosas, de simplificar la naturaleza. “No contentos con presentárnosla dopada y disfrazada, se la hace incluso hablar… a ella, que es el silencio por antonomasia.”

Pero también es eso, información mascada y digerida, lo que le gustaba a Mussolini de aquellos cómics que en los años 30 editaban sin parar sellos como Nerbini y Mondadori. Cómics que antes de ir a imprenta, eran aprobados por el régimen. Cómics que en ocasiones ni siquiera decían lo mismo que el original. Así se adivina en las Lezioni americane de Italo Calvino, donde recuerda su experiencia con aquellas revistas que leía cuando era un niño de camisa negra: “Estaba claro que el que traducía no tenía la menor idea de lo que había en los globos del original, porque no entendía el inglés o porque trabajaba en dibujos animados ya rediseñados y silenciados.”

Disney regaló un Mickey como este a los niños Mussolini.

LAS RAZONES DEL ENCUENTRO

A Mussolini le interesaba el cómic, como le interesaba cualquier medio de comunicación de masas y por eso también le interesaba Hollywood. Su relación con aquel mundo de brillos y estrellas era, como en tantas otras cosas lo era su régimen, ambivalente. “Los fascistas tenían sus ojos en Hollywood, que había sido descrito por el hijo del Duce, bombardero y cineasta, Vittorio Mussolini, como el ‘centro de la agitación política contra la idea fascista”, explica Esther Leslie en Hollywood Flatland: Animation, Critical Theory and Avant-garde.

Aun así, añade la autora, Blancanieves y los siete enanitos no solo reventó la taquilla americana también lo hizo en Roma cuando se estrenó, a finales de 1938. Incluso Ghitta Carell, la autora de los retratos de los dos hombres en cuestión, bebía de esa fuente para dar una imagen glamourosa, un tanto edulcorada, de los personajes clave del fascismo italiano, por eso no extraña que ella quisiera conocer a Disney y retratarlo, como no extraña que Mussolini también tuviera interés en verse con él.

Sobre todo teniendo en cuenta que cuando el 26 de noviembre de 1938 el régimen fascista prohibió la publicación de cómics estadounidenses, el único que se salvó fue el ratón Mickey, al parecer, por decisión de Mussolini. Aguantó hasta 1942, cuando Italia ya estaba involucrada en la Segunda Guerra Mundial y el ratón americano fue sustituido por Tuffolino, una copia creada por Federico Pedrocchi y Pier Lorenzo De Vita.

Pero también Disney fue ambiguo a su manera. De él, dice Barrier en su libro, de manera un tanto complaciente, que el oscurantismo que Walt Disney y la familia han aplicado a algunos episodios de su vida son fáciles de entender: “Solían implicar la deslealtad de un empleado.” Pero además del silencio, Walt usó otras estrategias para capear cuestiones y personas espinosas. El modo en que manejó su encuentro con Leni Riefenstahl es un ejemplo.

NEGANDO A LENI

El 4 de noviembre de 1938 un crucero de lujo llamado Europa llegó al puerto de Nueva York. Riefenstahl bajó de él con una única maleta. En la etiqueta identificativa, un seudónimo: Lotte Richter. Dentro, tres copias de Olimpia, la cinta que grabó sobre los Juegos Olímpicos de 1936 celebrados en Berlín.

La cineasta favorita de Adolf Hitler definió el viaje como de vacaciones, pero lo pagó el gobierno alemán. Viajó, entre otras cosas, para buscar distribuidora aunque lo que encontró al llegar a California fue un anuncio de la Liga Anti Nazi en el Hollywood Reporter: “No hay sitio en nuestros despachos para los agentes nazis”. Solo Walt Disney la recibió.

La visita incluyó una visita de tres horas por los estudios de la mayor factoría de animación del mundo, pero tres meses después, como recuerda Esther Leslie, Disney diría a la prensa que había atendido a la alemana sin saber quién era. De desenmascararlo se encargó ella misma al recordar que se habían conocido un año antes. Fue en el Festival de Cine de Venecia, donde él presentó seis películas a concurso. Y hubo buena sintonía: “Él tiene esa emoción alemana… por eso usa nuestras fábulas y nuestros cuentos de hadas”, añadió ella después de ser negada por Walt Disney, quien no dijo una palabra sobre la visita que hizo en 1935 a la familia Mussolini.


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La bronca de Alfredo Casero con la gestión de Milei: “No era lo que habíamos votado”

Fueron muchas las repercusiones al conocerse que el cantante David Martínez, más conocido como “El Dipy”, sería designado con un cargo dentro del área de Cultura, que compete al Ministerio de Capital Humano, sobre todo en las redes sociales, en donde el actor Alfredo Casero, también mostró su furia.

En las últimas horas, el artista utilizó su cuenta de X para mostrar su enojo con la gestión libertaria y apuntó directamente contra el presidente Javier Milei, a quien fervientemente apoyó durante la campaña electoral.

“Debemos pagarle a este inútil, que a la cultura aportó una garcha, que todos sabemos que es un trepador y un bocón, Inútil en todos los términos. Me parece un horror, y no era lo que habíamos votado…”, escribió el humorista ante una nota del diario Clarín en donde anunciaban la designación del cantante.

El hecho provocó mucho revuelo, ya que Martínez, que fue candidato a intendente de La Matanza con La Libertad Avanza y quedó segundo detrás del actual jefe comunal el peronista Fernando Espinoza. Hacía rato estaba esperando un cargo dentro del Gobierno en cuestiones “territoriales” indicaron desde Casa Rosada.

TRAS LAS CRÍTICAS, EL GOBIERNO DIO MARCHA ATRÁS

Sin embargo, al parecer la propia ministra Sandra Pettovello decidió dar marcha atrás con el ingreso del cantante de cumbia al área de Cultura, debido a sus antecedentes por violencia de género contra su ex pareja, Mariana Diarco, que incluso se dirimieron en la Justicia.


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