


Mientras oficialismo y oposición debaten sobre la posible postergación de las elecciones legislativas, un movimiento fundado en 1987 reclama que la Argentina tenga por primera vez una monarquía.
El presidente del Movimiento Monárquico Argentino es Mario Santiago Carosini (hijo del fundador del espacio, Luis José Carosini), asevera que su proyecto de país es apoyado por peronistas, radicales y representantes de diversas religiones.
Este movimiento propone una Corona para que sea la garante de la división entre Estado y Gobierno. De lo contrario, siempre según ellos, la Argentina tenderá hacia el autoritarismo y la dictadura. Los fundadores del movimiento ya concibieron cómo sería la administración: los representantes de la Monarquía tendrían un presupuesto de sólo 10 millones de dólares anuales como muestra de su austeridad.



No solo eso: el monarca y su círculo íntimo tomarían posesión de la Quinta de Olivos como Palacio de la Corona para que el presidente se quede solamente con la Casa Rosada como sede del Poder Ejecutivo Nacional (PEN).
A diferencia de las monarquías del resto del mundo, en el país el monarca no llegaría por cuestiones de sangre, como en los estados europeos, sino a través de una Asamblea Constituyente de políticos y el mismo pueblo. En este momento es preciso preguntarse, ¿podrá una monarquía sobrevivir al siglo XXI en la Argentina? La historia sugiere que los gobiernos intransigentes erosionan los derechos políticos y las libertades civiles de los ciudadanos. Los intentos por renovar la democracia a menudo conducen, inesperadamente, a veladas formas de poder autocrático.


