De cara a las próximas elecciones de La Pampa, que se celebrarán el 14 de mayo, el peronismo provincial no deja de lanzar manotazos de ahogado en este mar espeso, de dulce de leche, que es el Frente de Todos. Empapado de desasosiego, el Frente Justicialista Pampeano utilizó una de sus viejas estrategias: la vuelta a escena del exgobernador, Carlos Verna, uno de los dueños de ese bastión peronista.
Invocar la importante figura del histórico líder renueva los aires y mima la flagelada autoestima de la militancia, que tiene la difícil tarea de defender a la actual gestión e invitar a votar por ella. La estrategia también le es útil a la cúpula de dirigentes políticos pampeanos que, si bien no se encuentra tan desordenada, desempolva cada tanto el sarcófago para recobrar legitimidad. Lo concreto y evidente es que la casta no subestima el peso simbólico de Verna en una elección: “Está muy lejos el momento de que el poder no pase por los líderes del peronismo”, declaró en febrero de este año la candidata a vicegobernadora del Frente de Todos, Alicia Mayoral.
El pasado martes 18 de abril, las declaraciones de Carlos Verna sorprendieron a propios y ajenos. Durante su rerererereaparición —tras “3 años, 4 meses y 8 días”, según citó— en General Pico lanzó fuertes críticas contra el gobierno que él mismo apoyó y patrocinó: “Hay que explicarle al vecino que no tenemos nada que ver con la inflación, con el dólar a $420, con la macroeconomía”.
Antes, aplicando un notable malabar discursivo, se animó a decir que, en vísperas de la contienda electoral, “la gente está enojada con todos, porque la plata no alcanza, la inflación le come el salario, porque no llega ni al quince de cada mes; por eso, cuando militemos y vayamos a ver a cada uno de los vecinos de General Pico, nos vamos a encontrar con gente que está enojada, por eso, antes de pedir el voto, tenemos que pedir disculpas, porque fuimos nosotros los que dijimos que iban a poder comer asado todos los fines de semana y lo dijimos porque eso fue los que nos dijeron los que ahora están en el Gobierno Nacional. Hoy la gente tiene que pagar dos lucas el kilo de asado”.
K-maleónico
De Judas Iscariote a esta parte, “las internas del Frente de Todos” —como género discursivo, como toda buen historia— prometen un desenlace que escala en interesante y sustancioso. Que la “oposición” siga ese juego en carril propio es lamentable; mientras que resulta penoso que en medio del paupérrimo espectáculo político esté el hambre del pueblo.
Carlos Verna y su discípulo, el actual gobernador Sergio Ziliotto, fueron unos de los primeros en respaldar la fórmula Fernández-Fernández a través de una reunión que se llevó a cabo, nada más y nada menos, que en el Instituto Patria en junio de 2019.
“En ese caso la imagen (de arriba) es menos sorpresiva porque nunca hubo dudas respecto a su alineamiento nacional. Verna, que en su momento estuvo duramente enfrentado a los Kirchner, desde hace tiempo mostró su adhesión a un armado de unidad del peronismo para derrotar a Cambiemos”, expresó en su momento Página/12.
En ese mismo año, Verna no se privó de regalar estruendosas frases. “Hay que trabajar juntos. Si hay que tragarse sapos, a tragarse sapos“, y para no correrse del sincericidio agregó: “Nosotros los dirigentes siempre caemos parados. Siempre tenemos un cargo, un amigo, una asesoría, un palenque donde rascarse. El problema es la gente”. Vació el cargador al “exponer” a los “machirulos que andan sueltos”… la misma semana que Alberto dijo que “las mujeres gastan con la tarjeta de crédito y después te ejecutan la casa”.
El factor que termina de desnudar el canon kirchnerista, el pornográfico detalle que ilustra a éste género discursivo es que Verna eligió esbozar sus argumentos durante el acto del Día de la Lealtad Peronista, celebrado el 17 de octubre de 2019, en Santa Rosa.
“Nos cagó un compañero”, sentenció más adelante, en abril del año siguiente, enfurecido por el avance de la obra Portezuelo del Viento.
Fuego amigo
En su reaparición del pasado martes, también aprovechó a tirar alguna que otra oreja aliada por el desenlace de las elecciones legislativas de 2021, en las que el peronismo terminó segundo. Verna aclaró que “no participó” y que “no tuvo” candidatos, “por lo tanto no tuve un carajo que ver con el resultado de esa elección”. Estaba alejado de la esfera pública por problemas de salud, por lo que el armado de la lista estuvo a cargo de Ziliotto.
Aquel fracaso hizo que el Frente de Todos perdiera bancas en Diputados y en el Senado, controlado por Cristina Fernández. El resultado fue equivalente al sucedido en las PASO de septiembre de 2021, donde Juntos por el Cambio se impuso con casi el 48% de los votos. En las generales se esperaba revertir la situación; el trágico desenlace interrumpió por un tiempo el diálogo entre Ziliotto y su jefe político.
Extraoficialmente, importantes dirigentes peronistas responsabilizaron a Verna por lo sucedido ya que imaginaron que darían vuelta la tortilla con su aparición en campaña. Lejos de hacerlo, tras la derrota en las Primarias, el máximo referente le ordenó a la intendente de General Pico, Fernanda Alonso, que se tome licencia por supuestos “motivos personales”, lo que provocó un sinfín de interpretaciones en el movimiento.
Actualmente, una de las tareas urgentes que agenda el peronismo provincial es separarse de Alberto Fernández. Los dirigentes ven evidentes dificultades en transmitir la mala imagen del gobierno nacional a los votantes, por eso Ziliotto prefiere apoyarse en su “gestión” —que no es otra cosa que el “Plan Platita”—, alejándose de frases lapidantes como las de Verna. En año electoral, la ¿tibieza? del gobernador agita la impaciencia de ciertos líderes que esperan un golpe de timón.
En diálogo con Perfil, un integrante del movimiento cuestionó duramente a Ziliotto por “no haber podido despegarse de lo que pasaba en Nación”. “No pudo o no supo despegarse de algunas medidas antipáticas de la Casa Rosada”, agregó.
Esta miserable y desleal actitud de desligue de la figura de Alberto Fernández pone sobre la mesa electoral de alianzas un impredecible panorama que gira en torno a la decisión que mantiene —al menos por ahora— Cristina Fernández de no candidatearse por su profunda imagen negativa, por un lado; para seguir cuidando su refugio en el Senado, por el otro.