Un comando de las Fuerzas Democráticas Aliadas, milicia yihadista de origen ugandés rebautizada por el Califato como Estado Islámico en África Central, atacó en la noche del pasado viernes 14 el hospital católico de Byambwe, en el territorio de Lubero, en la provincia congoleña de Kivu del Norte, y asesinó a entre 17 y 28 civiles cristianos, según diferentes fuentes locales y eclesiales. La mayoría de las víctimas fueron mujeres que estaban hospitalizadas, muchas en la maternidad y en lactancia.
El administrador local de Lubero, el coronel Alain Kiwewa, explicó a medios internacionales que el ataque tuvo lugar en la aldea de Byambwe cuando los rebeldes irrumpieron en el centro de salud durante la noche.

En declaraciones recogidas por The Associated Press, el responsable detalló que los extremistas islámicos mataron al menos a 17 personas —once mujeres y seis hombres— y describió la escena dentro del hospital: “Mujeres que estaban amamantando fueron brutalmente asesinadas y encontradas con la garganta cortada en sus camas de hospital”, dijo el coronel. Más tarde, en diálogo con la agencia EFE, Kiwewa precisó que la mayoría de las víctimas estaban hospitalizadas en el centro de salud antes de que llegaran las ADF y las asesinaran.
“Esto es inaceptable. Condenamos este acto y hacemos un llamado a la población para que coopere con el ejército e informe sobre cualquier actividad sospechosa en la zona”, agregó el coronel, que no facilitó entonces un balance definitivo de víctimas mortales.
Un artículo de Vatican News —el portal de la Santa Sede— dialogó directamente con los testigos de la diócesis de Butembo-Beni. Informaron que los terroristas islámicos entraron en la aldea alrededor de las 22.00 horas del viernes y atacaron un centro de salud diocesano dirigido por las Hermanas de la Presentación, donde “masacraron a pacientes y luego prendieron fuego a todas las instalaciones, matando a varias mujeres en la sala de maternidad”.

“Este es un ataque típico de las ADF”. Las explicaciones surgen del misionero italiano Giovanni Piumatti, sacerdote que sirvió durante más de cincuenta años en la región. Su informe indicó que “quince personas fueron asesinadas en la clínica y otras cinco en los alrededores. Incendiaron todas las instalaciones y veintisiete viviendas cercanas. Antes de destruir todo, saquearon todos los suministros médicos; creo que ese era su objetivo principal. El pánico se extendió por todas partes. El ejército los persiguió, pero, a pesar de sus esfuerzos, los terroristas escaparon. Parecen estar mejor armados y equipados que las fuerzas regulares”.
Mientras las religiosas y los vecinos trataron de rescatar cuerpos entre los escombros, el balance de muertos aumentó. El presidente de la sociedad civil del territorio de Lubero, Mohindo Taufeni, declaró a EFE: “Ya contamos con 28 cuerpos, incluyendo 17 que estaban hospitalizados, pero aún es un número provisional”.

El padre Piumatti, que ahora reside en Italia pero siguió de cerca la situación en la República Democrática del Congo, profundizó en la crueldad del ataque. “Lo más trágico —más allá del gran número de víctimas inocentes— es la forma en que matan… Degüellan a los civiles, los decapitan; es horrible. Aquí mataron a madres mientras amamantaban a sus bebés. Estas masacres son inimaginables y ocurren casi todas las semanas. Muchas no se reportan”.
El hospital católico de Byambwe formó parte de la red de dispensarios de la diócesis y estuvo dirigido por las Hermanas de la Presentación. Las religiosas brindaron atención médica básica y asistencia en los partos en una zona remota de Kivu del Norte que careció de hospitales en funcionamiento y donde las comunidades cristianas sostuvieron la vida cotidiana en medio del conflicto. Tras la masacre, las instalaciones quedaron completamente destruidas. El pánico se apoderó de la población y muchos aldeanos huyeron a la selva o a localidades vecinas y no regresaron. Las hermanas continuaron atendiendo a los supervivientes como pudieron, en la calle y entre los restos del centro de salud. Hasta el domingo no se reportaron víctimas entre las religiosas, pero las fuentes de la diócesis advirtieron que muchos recién nacidos pudieron haber sido secuestrados.
Las ADF, milicia de origen ugandés con bases en Kivu del Norte y en la vecina provincia de Ituri, operaron durante años a lo largo de la frontera con Uganda y atacaron de forma recurrente a la población civil.
Grupos armados locales y organismos internacionales atribuyeron a esta estructura, que juró lealtad al autodenominado Estado Islámico, numerosas matanzas de cristianos en aldeas, carreteras y campos de cultivo, además de la destrucción de templos y la quema de viviendas. “Atacan indiscriminadamente: en las carreteras, en las aldeas, en los campos mientras la gente trabaja. Además de matar, secuestran a niños y jóvenes para adoctrinarlos. A menudo actúan bajo la influencia de drogas, y también drogan a los cautivos que secuestran”, describió el sacerdote Piumatti.

En agosto, terroristas de las ADF mataron al menos a 52 personas durante varios ataques en la misma semana, según la misión de mantenimiento de la paz de la ONU en el Congo. Las autoridades ugandesas acusaron al grupo de organizar ataques dentro de su territorio, incluidos dos atentados suicidas en Kampala en noviembre de 2021 y asesinatos por parte de motoristas armados contra altos funcionarios.
Tras aquellos atentados, los ejércitos de la República Democrática del Congo y Uganda iniciaron una operación militar conjunta en suelo congoleño para eliminar a las ADF, pero los ataques no cesaron y el este del país siguió sumido — lo está desde 1998— en un conflicto alimentado por múltiples milicias rebeldes y por el propio Ejército, pese a la presencia de la misión de paz de la ONU.
Vatican News recordó que los autores del ataque de Byambwe pertenecieron al mismo entramado terrorista que, el 27 de julio, irrumpió en una iglesia cristiana en la localidad de Komanda, en la provincia de Ituri, durante un servicio religioso. Armados con machetes y rifles, los milicianos mataron allí a decenas de cristianos reunidos en oración.
Piumatti también denunció el “vergonzoso silencio” de la comunidad internacional y la complicidad de determinados intereses económicos en el sostenimiento de la violencia. Explicó que Kivu es rico en yacimientos minerales; por ello considera que “estos grupos islamistas reciben respaldo. Las ADF son las más feroces, pero no son las únicas a las que se les suministran armas y dinero para mantener el flujo comercial. Estos conflictos sirven a intereses comerciales, y el silencio del mundo es profundamente preocupante”.
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