Se ha hecho viral un vídeo de Josh Alexander, un joven activista canadiense detenido en Calgari por distribuir de manera gratuita biblias a estudiantes en la vía pública. Al llevarse a cabo durante la coincidencia de 2 manifestaciones pro y contra ideología de género a las puertas de un instituto, el acto se ha considerado ofensivo para los miembros de la llamada comunidad LGTB y se ha calificado como “delito de odio”.
El caso de Alexander no es el único. Las acusaciones contra cristianos que intentan vivir públicamente su fe aumentan en Norteamérica y Europa. Los casos más sonados en lo que va de año son el de 2 finlandeses. Uno es el del pastor evangélico, Juhana Pohjola, obispo de la Diócesis de la Misión Evangélica Luterana de Finlandia. El otro, el de Päivi Räsänen, ex ministra del Interior entre 2011 y 2015 y diputada democristiana entre 2004 y 2015.
Ambos han sido llevados a juicio por posible “delito de odio” al predicar la visión del matrimonio y la sexualidad cristiana. Pohjola publicó un folleto editado por Räsänen y esta, a su vez, criticó públicamente por Twitter a su iglesia por apoyar el orgullo gay.
La predicación el Evangelio atenta contra lo políticamente correcto en un tiempo en el que sólo el hecho de rezar en silencio puede ser un delito. En Inglaterra, entre diciembre de 2022 y enero de 2023, dos personas fueron multadas por orar cerca de centros abortistas.
En el país anglosajón, al igual que en España, existe una ley que prohíbe cualquier acto que pueda entenderse como abuso o acoso a la mujer que decide libremente ir a abortar. Esto puede entenderse en un contexto de violencia real, pero considerar la oración, íntima y personal, como acoso roza el “delito de odio” a la inversa.
En una parte creciente de Occidente, predicar la fe cristiana o, sencillamente, defender la sociedad fundamentada sobre el cristianismo son actos que, poco a poco, se van clasificando como “delito de odio”. Los ataques y ofensas a los sentimientos religiosos en Norteamérica y Europa son en su mayoría cometidos contra cristianos, mientras la religiosidad va quedando relegada al ámbito privado.