¿Llegó la hora del “pensamiento único” antiliberal?

Nada más autoritario que aprovechar la pandemia para intentar clausurar siglos de debate filosófico y económico.
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10 Years Experiences

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*Por: Loris Zanatta

“El enemigo número uno será el neoliberalismo”, tituló un diario de renombre mundial. ¿Será el Granma? ¿El sitio web de Telesur? En absoluto: es el Osservatore Romano del 10 de abril. Profesa neutralidad en Venezuela, mide palabras sobre Cuba e Irán, usa guantes con Putin, pero tiene un “enemigo”: el “neoliberalismo”. ¿La pandemia ayudará a erradicarlo? Tal vez Dios la haya enviado para eso.

Nada nuevo, en realidad, pero me llamó la atención el tono belicista: dudo de que sea casualidad; suena más bien a grito de guerra. Nos dirán que no es una proclama “ideológica”, que es “el Evangelio”, pero no recuerdo que las Escrituras mencionen el “neoliberalismo”, que indiquen una doctrina económica. De hecho, hay economistas católicos de muchas tendencias.

La oportunidad para lanzar la cruzada es una entrevista con Stefano Zamagni, economista de brillante carrera y algunas sombras, uno de los cerebros de la “economía del papa Francisco”. Como lo consideraba un hombre moderado, no me cuadraba el título histérico de la entrevista. Entonces la leí cuidadosamente. Lleno de buenas intenciones, explicaba con palabras cautivadoras que debemos pasar del welfare state al social welfare, que la burocracia y los rentistas deben ser combatidos, que el futuro está en la subsidiariedad. Nada sorprendente: son, en parte, ideas compartidas por varios “neoliberales” y en parte eslóganes genéricos, de “comisiones de expertos” que piensan como él.

Pero ¿cuál es, entonces, el “neoliberalismo” contra el cual ladra tanto? ¿Cuál es el “enemigo”? ¿Será un tiburón de Wall Street, un cínico especulador, un gran mago de las finanzas? Pues no: el “enemigo” es Adam Smith, la supuesta “mano invisible” del mercado, su absurda creencia de que, al subir, la marea del crecimiento económico levante todos los barcos, incluso los de los más pobres. Quienes lo afirman, dice, son “incompetentes o de mala fe”, excomulgados. Hasta el crescendo final: Evangelii gaudium, sentencia, demolió La riqueza de las naciones; game over, debate cerrado. No esperaba tanta arrogancia. Grandes palabras y baja cocina: si es verdad, como dicen, que la mano de Zamagni está en aquella encíclica, estamos ante una desagradable oda a sí mismo.

Es difícil pasar por alto el despropósito: si Adam Smith era “neoliberal”, los Beatles eran punk; una barbaridad en términos históricos. Expresión cristalina de la Ilustración escocesa, Smith fue un gran humanista. Su tan despreciado “individualismo” era una saludable aspiración de rescate y superación, en plena armonía con la “simpatía” hacia el prójimo. El pensamiento de Smith ayudó a demoler las sociedades estamentales basadas en el nacimiento y a sentar las bases éticas de las libertades modernas. Hizo más por la libertad y contra la pobreza, por la igualdad y contra la esclavitud que todos sus críticos juntos. Al condenar las antiguas doctrinas mercantilistas, allanó el camino para el libre comercio y el Gran Enriquecimiento que en los últimos doscientos años ha emancipado a millones de pobres de la miseria eterna. Y así sigue pasando donde sus enemigos no imponen bridas, controles, trucos, frenos y mordazas a la libertad económica.

Se habla mucho de “reformar” el capitalismo: excelente; todo cambia, ¡ay de quien se detenga! Pero en lugar de apuntar a Adam Smith, no sería malo reevaluar su espíritu. Combatir su herencia sabe a rancio anticapitalismo, una sopa tóxica ya recalentada mil veces con resultados nefastos; es como volver al Syllabus que condenó el liberalismo, el padre de todos los “errores” modernos. ¿Por qué sorprenderse? En Laudato si leemos que los últimos dos siglos han estado “deteriorando el mundo y la vida de gran parte de la humanidad”. Una frase desconcertante, una bofetada a la evidencia histórica, un pequeño monumento antimodernista en pleno siglo XXI. ¿Tienen alguna idea de cómo vivía “la gran parte de la humanidad”? ¿Una vaga y mínima idea?

Cuando me cruzo con semejantes disparates, cuando pienso en los “remedios” del repertorio anticapitalista que promete enterrar a Adam Smith -precios administrados y mercados protegidos, monopolios estatales y asistencia indiscriminada, impuestos ciclópeos y rentas corporativas-, se me pone la piel de gallina: ¿después del Gran Enriquecimiento se anuncia el Gran Empobrecimiento? Más pobres pero más buenos, piadosos, morales. Cómo se engañan: la pobreza no es ninguna escuela moral. Me recuerdan un viejo chiste, el de Jesús, que después de tanto e inútil deambular encontró comida y alojamiento en una casa de campesinos pobres. “¿Cómo puedo ayudarles?”, les preguntó agradecido. “Nuestro vecino tiene una cabra que da mucha leche”, le dijeron. “Bueno, la tendrán también”. “No”, le respondieron sus anfitriones: “Queremos que muera”. Así es: la furia moralista de los antimodernos prefiere hundir los botes de los demás que levantar los suyos propios, que empujar a la mayor cantidad de personas posible hacia el “escape de la pobreza”, estudiado por Angus Deaton; otro “incompetente” invitado a callar.

Pero aún más que el mérito, me interesa discutir el método: ¿llegó la hora del “pensamiento único” antiliberal? ¿Otra vez? De Lenin a Castro, de Hitler a Mao, es un deporte antiguo y popular. Acaso sea porque no tolero los “pensamientos únicos”, pero quiero escuchar tanto a Paul Krugman como a Olivier Blanchard; quiero leer a Thomas Piketty, pero también a Deirdre McCloskey, que lo vapulea. Y así sucesivamente, argumento por argumento, a ver quién es más persuasivo. ¿Hay algo más autoritario que aprovechar la pandemia para pretender poner fin a siglos de disputas filosóficas y económicas?

La verdad es que ya no se aguanta más a los profetas que anuncian el fin y el nuevo comienzo, lo que fue y lo que será, el apocalipsis y la redención: que la globalización terminará, que la democracia se acabará, que nada será igual, que el mundo será de tal modo o de tal otro. ¡Pero por favor! La historia no va a ninguna parte en particular. Teócratas y milenarios, los magos de esta temporada sueñan con la construcción del Reino sobre las ruinas del virus; un Reino, claro, a su imagen y semejanza, a su gusto y placer. Les dejo las grandes profecías, me limito a una predicción pequeña y banal, la más fácil del mundo: en un siglo se seguirá estudiando a Adam Smith. ¿Y la Evangelii gaudium? No lo sé.

*Fuente: La Nación


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PYMES EN ROJO | Recesión consolidada, fuerte caída del consumo y amenaza de cierres masivos

El Radar Pyme del tercer trimestre de 2025, elaborado por la Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales (ENAC), reveló que la economía argentina atraviesa una recesión consolidada, con ventas en baja, salarios depreciados y costos en alza. Según el informe, el 40,4% de las pymes reportó malas ventas y seis de cada diez trabajan sin ganancias.

El estudio advierte que “la economía argentina continúa sin señales de recuperación” y que el sector productivo nacional “opera por debajo de su capacidad real”. La utilización promedio del aparato productivo fue de 54,6%, cifra considerada preocupante por la entidad. En la industria, el nivel fue de 54,7%, por debajo del umbral del 60% que se asocia a un uso saludable de la capacidad instalada.

La encuesta, realizada entre más de 1.000 pequeñas y medianas empresas, muestra que el 88% enfrentó aumentos de costos y el 74% debió subir precios, aunque sin poder trasladar completamente la inflación. En el sector industrial, el 45,9% de las firmas registró fuertes caídas en las ventas, lo que confirma el deterioro del mercado interno.

El presidente de ENAC aseguró que “el consumo se derrumba”

El presidente de ENAC, Leo Bilinski, advirtió que “el 13% de los empresarios evalúa cerrar antes de fin de año”, ante un escenario de demanda deprimida y suba constante de costos. “Las familias están endeudadas hasta el 130% de sus ingresos y el consumo se derrumba”, detalló el dirigente.

En el frente laboral, solo el 17,1% de las firmas incorporó personal, mientras que un 19,7% despidió trabajadores. En la industria, los despidos trepan al 28,8%, con un resultado neto de -2,99% en el empleo pyme durante el trimestre.

El financiamiento, lejos de destinarse a inversión, se volvió una herramienta de supervivencia. El 21,3% de las empresas se endeudó para pagar impuestos y el 20,5% para cubrir salarios o aguinaldos.

A su vez, el 59% de las firmas denunció demoras en los pagos de clientes y el 47% más incumplimientos, generando una asfixia de liquidez: las pymes financian a sus compradores a 37 días, pero pagan a proveedores en 30.

Las expectativas hacia el futuro tampoco son alentadoras. El 76% de los empresarios cree que la economía seguirá empeorando y el 65% no planea invertir en el próximo trimestre. Entre los principales obstáculos, destacan la caída del mercado interno (75%), la pérdida de rentabilidad (55%) y la apertura de importaciones (43%), factores que, según ENAC, “amenazan la supervivencia de miles de pymes en todo el país”.



*Fuente: Diario Ámbito Financiero

Uno de cada cuatro pesos que pagan los consumidores por carne, leche o pan son impuestos

FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina) publicó su informe semestral “Composición de precios: carne, pan y leche” y analizó la estructura de valor de la cadena desde la producción hasta el consumidor. El trabajo indicó que uno de cada cuatro pesos del precio final se destinó a impuestos y que, según la cadena, los costos, los tributos y las ganancias presentaron diferentes participaciones.

En carne vacuna, en agosto el kilo promedió $12.141. Sobre ese precio, los costos representaron el 52%, los impuestos el 28% y la ganancia el 20%. Por eslabones, la cría explicó el 26%, el feedlot el 22%, el frigorífico el 3%, la carnicería el 22% y los impuestos el 28%. 

Dentro de la carga tributaria, el 77% correspondió a tributos nacionales, el 17% a provinciales y el 7% a municipales; por tipo, se destacaron IVA (34,4%) y Ganancias (32,0%), seguidos por Ingresos Brutos (13,7%). La cadena absorbió $6.320 por kilo en costos, $3.449 en impuestos y obtuvo $2.472 de resultado. En el eslabón frigorífico, el informe indicó una pérdida de $2 por kilo. Los fletes de punta a punta de la cadena representaron el 1,4% del precio (unos $175 por kilo), y el costo laboral totalizó el 11% (equivalente a $1.345 por kilo). Entre febrero y agosto de 2025, el precio al consumidor subió 19% frente a una inflación de 14,2% y los costos perdieron participación, mientras que impuestos y ganancias la ampliaron.

En pan francés, en agosto el kilo promedió $3.199 (con diferencias regionales: $3.760 en GBA y $2.111 en el NEA). La composición del precio se integró por 60% de costos, 24% de impuestos y 16% de ganancias. Por eslabones, el trigo explicó el 8%, el molino el 4%, la panadería el 64% y los impuestos el 24%. La carga tributaria se distribuyó 79% nacional, 19% provincial y 2% municipal; por tipo, prevalecieron IVA (44,4%), Ganancias (28,4%) e Ingresos Brutos (18,2%)

La cadena afrontó $1.927 por kilo en costos, $760 en impuestos y obtuvo $513 de resultado. La producción de trigo registró un resultado negativo de -$11 por kilo de pan. Los fletes incidieron 1,7% del precio (unos $53,4 por kilo) y la mano de obra totalizó 34% (unos $1.060 por kilo), con mayor peso en panaderías. El informe señaló que el precio del trigo se multiplicó por 12 entre el campo y la panadería. Entre febrero y agosto de 2025, los costos aumentaron por encima del precio del pan, lo que redujo la participación de las ganancias e impuestos en el precio final.

En leche entera en sachet (1 litro), en agosto el precio promedió $1.653. La estructura se compuso de 71% de costos, 26% de impuestos y 3% de ganancias (unos $56 por litro). Por eslabones, el tambo explicó el 28%, la industria el 26%, el comercio el 20% y los impuestos el 26%. La carga impositiva se repartió 79% nacional, 17% provincial y 4% municipal; por tipo, IVA concentró el 67,9% y Ingresos Brutos el 16,3%. La cadena afrontó $1.175 por litro en costos y $422 en impuestos. Los fletes representaron el 6,5% del precio (unos $108 por litro), y la mano de obra totalizó el 18% (unos $299 por litro), con mayor peso en el comercio. 

En el tambo, el precio promedio pagado fue de $474 por litro, los costos estimados ascendieron a $479 y los impuestos a $8, por lo que el resultado fue negativo en $13 por litro. El informe consignó que el precio se multiplicó por 3,5 entre el campo y la góndola y recordó que la leche tributó 21% de IVA, a diferencia de carne y pan, que aplicaron 10,5%.

Respecto de los granos, el maíz explicó el 8% del precio final de la carne bovina y el 4% del de la leche; en el pan francés, el trigo explicó el 9% del precio. Con base en los coeficientes oficiales de conversión y los precios de agosto de 2025, FADA estimó que, en promedio, casi el 90% del precio de estos productos respondió a otros componentes (costos diversos, márgenes e impuestos).

“Uno de cada cuatro pesos que pagan los consumidores por carne, leche o pan son impuestos”

La economista de FADA Antonella Semadeni explicó la metodología: “Distinguimos entre los costos de producción, los impuestos y las ganancias de cada uno de los eslabones de la cadena”. 

En términos generales y en promedio, el 60% del precio que paga un consumidor son costos de producción, el 15% son las ganancias sumadas de toda la cadena y el 25% son impuestos. Es decir, uno de cada cuatro pesos que pagan los consumidores por carne, leche o pan son impuestos”.

Para graficarlo, agregó: “Supongamos, vamos a la carnicería, compramos un kilo de carne, bueno, de ese kilo de carne que yo pago, 250 gramos los estoy pagando en concepto de impuestos. Lo mismo en el caso de la leche, yo compro un sachet de leche de un litro, un vaso que me tomo, de los cuatro que me voy a tomar, uno son impuestos. Y lo mismo en el caso del pan, voy a la panadería, compro cuatro pancitos, uno que estoy pagando son impuestos”. 

Al analizar el rol del Estado en la cadena, planteó que “funciona como una especie de eslabón más, que se lleva más que el resto de los eslabones, y no cría el animal, no transporta, no vende, no asume riesgos, no invierte, no madruga, por así decirlo, pero cobra el 25% de cada precio final”.

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