Según señala el último informe de IDESA, “el deterioro económico y social causado por el confinamiento es severo. Pero el estado en que están las cuentas públicas hace proyectar que lo que se viene puede ser peor. Con magnitudes inéditas de déficit fiscal, la única manera de evitar una profundización de la crisis es abordando un ordenamiento integral del Estado”.
Desde la consultora señalan que “la degradación en la situación económica se manifiesta en múltiples facetas. Una de ellas es la situación de las cuentas públicas”. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso la Administración Nacional tuvo, en el primer semestre del 2020, el siguiente comportamiento:
- El déficit primario (antes del pago de intereses) pasó de 1% a 8% del PBI, o sea aumentó en 7 puntos del PBI respecto del mismo período del año anterior.
- De este aumento del déficit fiscal, el 56% se explica por transferencias extraordinarias a las familias, los trabajadores, al sector salud y a las provincias por el COVID-19.
- El 44% restante corresponde a aumentos de los gastos corrientes por encima de la recaudación no ligados directamente al COVID-19.
“Estos datos muestran que la degradación de las cuentas públicas alcanza magnitudes inusitadas. No sólo porque el déficit primario llegó a un nivel inédito sino porque los gastos extraordinarios directamente vinculados al COVID-19 –los cuales cabría de esperar que desaparezcan cuando vuelva la normalidad– explican poco más de la mitad del desequilibrio. La otra mitad del aumento del déficit fiscal son excesos de gastos corrientes sobre la recaudación. Que la mitad del aumento récord de déficit fiscal sea por gastos no directamente relacionados con el COVID-19 condiciona la salida de la crisis”.
Al tener muy limitado acceso al crédito público, los desequilibrios fiscales se financian con emisión. “En el primer semestre del 2020, el financiamiento monetario del déficit fiscal fue de $940 mil millones, equivalentes al 33% del gasto público. Esto tuvo poco impacto sobre la inflación. Pero es un fenómeno transitorio asociado a la abrupta caída del consumo producto del aislamiento. A medida que se normalice la situación será cada vez más visible la inconsistencia entre la masiva emisión monetaria y una aparente inflación controlada”, detalla el informe.
“La reducción del déficit fiscal depende de la recuperación de la recaudación y la reducción del gasto público. La recaudación está muy condicionada por el cierre de empresas ocasionado por el aislamiento y la incoherencia de sostener alta presión tributaria junto con promesas de un jubileo con generosas moratorias. La reducción de los gastos requiere sincerar el retraso de las tarifas públicas, reformar el sistema previsional, cerrar los programas nacionales que se superponen con funciones provinciales y eliminar la coparticipación para sustituirla por un fondo de convergencia. También hay que desactivar los programas creados por la pandemia cuando sea superada. Si se quiere transformar el Ingreso Familiar de Emergencia en un “Ingreso Universal”, previamente hay que eliminar todos los planes asistenciales existentes que operan de manera desarticulada”, apuntaron desde IDESA.
*Fuente: BCR news