Por: Rogelio López Guillemain
“Vivimos revolcados en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados”. Cambalache
Nuestra historia está cargada de momentos en el que unos pocos resistieron a muchos y los derrotaron. Desde las invasiones inglesas y la defensa de la ciudad por parte de los habitantes de Buenos Aires, arrojándoles agua hirviendo (no aceite como dice el mito); pasando por la Revolución de Mayo, Güemes y sus gauchos contra el ejército español, la revolución del Parque o la Reforma Universitaria. Todos eventos que mostraron cuan poderosa y contundente puede ser la expresión de un puñado de argentinos convencidos de que la razón está de su lado.
Pero esos tiempos son tan lejanos que incluso parecen no ser parte de nuestra historia, sino más bien semejan la trama de una película épica de algún pueblo orgulloso y amante de su libertad.
Hoy la Argentina está padeciendo una crisis económica nunca vista, la que dejará un rastro de pobreza, hambre y muerte difícil de superar.
Pero hay algo más preocupante aún y es el tremendo grado de sumisión y obediencia ciega por parte de los argentinos de bien ante los atropellos de la clase política y de los maquiavélicos ideólogos que se esconden tras el poder.
La famosa “clase media” argentina ha sido domesticada. Somos humillados, usados y esclavizados por una caterva de parásitos inmorales, los que han destrozado los principios alberdianos que hicieron grande este país.
Pero hay que reconocerles algo, han sido muy inteligentes en hacer realidad su propósito.
Esto no comenzó ahora, tampoco con el primer gobierno de Kirchner. Si vamos a ser puntillosos, podemos remontarnos a Yrigoyen si vamos a hablar del primer populista; o a Perón, si vamos a decir quien sembró la semilla del rencor entre los argentinos. Pero prefiero venir más cerca en el tiempo y fijar el punto de quiebre en el que este proceso de igualitarismo perverso comenzó a acelerarse, proceso que como un cáncer fue debilitando los órganos esenciales de nuestra República.
Los antiguos intentos de imponer el populismo (socialismo nacional), primero desde la política y el poder, y luego a través de las armas, fracasaron rotundamente. Es en ese punto en el que estos nefastos cambiaron de estrategia y adoptaron las ideas posmodernistas del Mayo Francés (nueva cara del socialismo) y las asociaron a las enseñanzas de Gramsci: adueñase del mundo de las ideas, para manejar las ideas del mundo y “tomar la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura”.
Este proceso comenzó a ser efectivo a partir del regreso de la democracia en 1983. Alfonsín y la coordinadora, amantes de la internacional socialista, comenzaron a producir los primeros cambios sutiles. Por ejemplo, se bajó el nivel de exigencia en la educación (segundo congreso pedagógico), se posicionó a Zaffaroni y su doctrina en la provincia de Buenos Aires, comenzó el sistema de dádivas con la caja PAN y se encarceló a periodistas (Daniel Lupa de La Prensa) porque sí, entre otras cosas.
Este proceso de deterioro fue avanzando hasta llegar a nuestro hoy: el número de personas que dependen de la limosna estatal es inmenso, lo mismo que el de empleados públicos; la carga impositiva sobre los que producen es confiscatoria, las regulaciones inauditas, les dicen a los comerciantes a cuanto vender, cómo armar la góndola y si pueden despedir empleados. En realidad los “dueños” de los negocios son apenas administradores, el verdadero dueño “de hecho, no de derecho” es el estado.
En educación tenemos de los peores niveles de todo el mundo según las mediciones internacionales (a pesar de tener uno de los números más bajos de alumnos por maestro del planeta); la salud está simplemente destruida; la justicia libera violadores y asesinos a la par que detiene a personas que quieren y NECESITAN ir a trabajar; un ciudadano de bien recibe el mismo trato y consideración que un delincuente; el Congreso es un bochorno, los legisladores sólo se preocupan de sus bolsillos y de seguir negociando pedazos de poder; se destruye la familia como núcleo de la sociedad; es increíble pero en argentina es más fácil abortar un bebé que adoptarlo; se generan demenciales enfrentamientos entre mujeres y hombres; la autoridad y las instituciones han sido humilladas y bastardeadas; persiguen con el ciber-patrullaje en las redes a quienes son disidentes y se atreven a opinar; diputadas que pretenden que el estado se quede con la propiedad de quienes ponen el lomo y más, más y más.
No hablo de economía, cuyo desastre es indisimulable, hablo de nuestras vidas. Hablo del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, los verdaderos y únicos derechos humanos. Hablo del valor del esfuerzo, del logro, del mérito, el camino por el cual se sale de la pobreza. Hablo del valor del respeto, del honor, del orgullo, ejes centrales de una sociedad que vive en armonía y donde reina la justicia.
Y digo que el culpable eres TÚ, tanto como lo soy YO. Algunos culpables por acción, pero la mayoría culpables por omisión.
Hemos dejado en manos de estos depravados el manejo de las instituciones públicas, de la educación de nuestros hijos y de la salud y el bienestar de nuestros abuelos. Solo nos preocupamos por nuestra vida privada, nos miramos el ombligo y nos desentendimos de lo público. Les firmamos un cheque en blanco a estos políticos estafadores.
Así, esta manga de trúhanes, se convirtieron en los dueños de la Argentina, se convirtieron en una aristocracia sin “clase”, ordinaria, vanidosa y petulante. Son una triste copia de las cortes de las monarquías absolutistas europeas, las que fueron echadas a patadas por los defensores de la libertad.
Debemos hacernos cargo de nuestro deber cívico, debemos recuperar la República, debemos recuperar nuestra Patria y terminar con el “Imperio de la Decadencia Argentina”.
Por eso, hoy más que nunca, como nunca, como decía San Martín, tenemos un deber “imposible pero imprescindible”. Hoy la Argentina demanda que desatemos “La Rebelión de los Mansos”.