*Por: Christian Sanz
No le falta nada: enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, coimas, asociación ilícita... en cualquier momento nos enteramos que es narcotraficante también. Y ahí diremos ¡Bingo!
Pero ahora mismo lo más relevante no es la acumulación de delitos que el magistrado ostenta, sino preguntarse cómo es posible que un personaje de tal calaña llegara adonde llegó y se mantuviera allí. Con el enorme daño que ha hecho a esa institución llamada Poder Judicial. Para muchos sería conveniente no recordarlo, porque refiere a una trama política que refleja lo que ha sido el arrebato de la Justicia por parte del kirchnerismo.
Por caso, Bento llegó a la provincia de Mendoza en 2005, con la venia del peronismo, el impulso de Juan Carlos “Chueco” Mazzón y la orden directa de Néstor Kirchner, quien llevaba dos años ocupando el Sillón de Rivadavia en Buenos Aires.
Justo el mismo lugar del que partió el malogrado juez, junto a su esposa, Marta Boiza, y sus tres hijos, dos de los cuales —Nahuel y Luciano— terminaron trabajando en los Tribunales Federales. También su mujer, quien supo ser secretaria del titular del Juzgado Federal 3. Todo por gestión del propio Bento.
Como sea, más allá del “nepotismo judicial”, lo relevante es el daño que ha hecho este como juez, llevando adelante un eficaz trabajo sucio para la política, no solo local sino también nacional. Como cuando mandó a allanar Cablevisión a pedido de los K en 2012, en una suerte de apriete al grupo Clarín.
La jugada fue desactivada de inmediato por la Sala II de la Cámara Civil y Comercial Federal, quien aclaró lo obvio: que Bento era “incompetente” y que el caso debía tramitarse en la Ciudad de Buenos Aires. En los medios nacionales, la saga fue mostrada como un verdadero escándalo. Con todo lo que escondía detrás: la política, la intención de controlar los medios “hegemónicos” y la mar en coche.
Entretanto, en Mendoza las críticas a Bento eran mínimas y solapadas. Con adjetivos casi inofensivos. Para intentar demostrar que había alguna independencia periodística.
Asomaban para entonces los primeros indicios que relacionaban al juez con puntuales mafias y narcos, a los que parecía beneficiar con sus decisiones judiciales. Era el comienzo de lo que se conoció en los últimos días. El huevo de la serpiente.
Pero los medios mendocinos, tan afectos a proteger a reputados delincuentes, seguían callando. Los “arrepentidos” judiciales se la pasaban recorriendo las redacciones de los diarios buscando contar lo que sabían sobre Bento, pero no tenían suerte. Nadie los quería escuchar. Ni uno solito.
Entonces, ahora que todo explotó por los aires y Bento demostró que es Bento, ¿quién se hace cargo del desastre? “Se tiene que investigar absolutamente todo. Es lo único que puedo decir”, aseguró al respecto la senadora camporista Anabel Fernández Sagasti cuando le preguntaron. Como si ello alcanzara.
¿Y Néstor? ¿Y Mazzón? ¿Y el peronismo? ¿A quién hay que mandarle la factura por los servicios prestados? ¿Quién se va a hacer cargo ahora del quilombo?
Porque ahora pareciera que nadie lo conoce a Bento, que era un demente que actuaba en soledad. Que solo hacía favores a narcos y criminales (siempre tarifados). ¿Y la política? Bien, gracias.
El desastre que ha dejado a su paso Bento, es solo comparable a la imagen que suele regalar el nada discreto accionar de un tsunami. Heridos por acá, destrozos por allá.
Pero hay otra pregunta inquietante: ¿Quién se responsabiliza ahora por los traficantes de drogas y criminales que han quedado sueltos gracias a la labor incansable del oficioso juez? No es la única: ¿Qué ocurriría si ahora mismo una persona que fue condenada por Bento planteara la nulidad de esa decisión argumentando la falta de probidad del magistrado?
Se insiste: la destrucción que ha dejado Bento en su accionar es múltiple y variada, y aún no se termina de mensurar. Porque sigue en curso la investigación sobre su proceder. El culebrón promete capítulos imperdibles, con más revelaciones y escándalos. Seguramente con la aparición de personajes de alta relevancia que coronarán tal realismo mágico a la mendocina. Es fácil identificarlos: son los que ahora mismo se deben estar devorando sus propias uñas.
*Fuente: Periódico Tribuna de Periodistas