*Por: Luis Gasulla
El 28 de septiembre de 2018, Fabián Gutiérrez empezó a hablar ante los fiscales Carlos Stornelli y Carlos Rívolo. Había sido detenido por la causa “Cuadernos” y estaba decidido a romper el silencio. El juez Claudio Bonadio homologaría su declaración como imputado colaborador. El ex secretario de Cristina Kirchner no estaba dentro del programa de Protección de Testigos pero, según la ley, debía tener custodia. De hecho, durante el gobierno anterior la tuvo. Sin embargo, su cuerpo apareció acuchillado y golpeado. Según la Justicia santacruceña, fue un crimen “pasional-extorsivo”.
Tras un interminable silencio sobre el tema, el diario Página/12 aseguró que “no era un arrepentido estrella” y “no aportó hechos significativos en ninguna causa”. Falso, Gutiérrez debía ser volver a declarar en el juicio oral y público de la causa “Cuadernos” y fue clave para convencer al ex contador de los Kirchner, Víctor Manzanares, de seguir su camino. En Comodoro Py, recuerdan que fue el ex secretario quien dijo: “Hablaré con otras personas del entorno de Cristina para que hablen, no es justo que paguemos por lo que hizo ella”.
En su declaración como arrepentido, Gutiérrez ofreció datos relevantes sobre la corrupción kirchnerista y ofreció anécdotas del maltrato de los Kirchner. “Era el secretario de más confianza -explica una “garganta profunda”-, el tipo que la veía a Cristina sin maquillaje y hasta le compraba la ropa interior”. Una vieja amiga de Fabián Gutiérrez, al caer la noche del 3 de julio de 2020 me escribió consternada: “Luis, van a decir que lo mataron por puto. Esto ya lo vivimos. Me borro por unos días. No me busques más. Estamos todos en peligro”.
En cambio, en el entorno del intendente de El Calafate Javier Belloni niegan cualquier tipo de vinculación política y están indignados con la aparición de su nombre en las crónicas policiales. No lo dirán públicamente pero suscriben la hipótesis del “crimen pasional”, que es la que cerrará la justicia local: “En el pueblo nos conocemos todos y Fabián estaba en la joda, le quisieron sacar una guita y se les fue la mano”. Extraño crimen pasional entre tantos involucrados.
A fines de septiembre de 2018, el teléfono de la fiscalía de Carlos Stornelli sonaba sin parar. Uno de esos llamados habría sido de Alberto Fernández. Aún no era candidato a nada. Sin embargo, comenzaba a defender a Cristóbal López, había regresado a C5N, abonaba la risueña teoría del Lawfare y los “presos políticos” y había retomado su relación con Cristina. Se estaban gestando el “Sinceramente” y el Operativo Puf para embarrar las causas de corrupción, con “Cuadernos” a la cabeza.
“Se interesó muchísimo por el arrepentimiento de Gutiérrez”, recuerdan en los pasillos de Comodoro Py. La preocupación del actual Presidente era saber si el ex secretario de Cristina había declarado por voluntad propia o de qué manera lo habían convencido de hablar. Su interlocutor nunca supo si Alberto Fernández preguntaba por una inquietud era personal o de parte de alguien.
El interés del ex jefe de Gabinete fue tan grande que insistió en tomarse un café con uno de los históricos popes de Comodoro Py que estaba empapado de la causa “Cuadernos”. Si el contenido de las cámaras de seguridad de Figueroa Alcorta, antes de llegar a la Televisión Pública, no se borran, acreditarían el encuentro entre el político ansioso de chismes y el protagonista judicial.
Hace siete meses que nadie se arrepiente en la Argentina. Una de las primeras medidas que tomó el gobierno del interesado Alberto Fernández fue desarticular el Programa de Protección de Testigos. Lo dejó a cargo al “Gordo Juan”. Así llamaban los presos de la corrupción a Juan Martín Mena en conversaciones telefónicas legales que registró el juez de Lomas de Zamora, Federico Villena y que demostraban que la Causa Dolores había sido armada.
Mientras se ensucia al asesinado Gutiérrez, tal como hicieron con Alberto Nisman, Oscar Parrilli continuaría su ronda de llamados a prestigiosos abogados para hacerles una sugestiva pregunta: “¿Te animás a declarar que los arrepentidos fueron guionados y que los apretaba Bonadio?”.
Son muchos los empleados de Cristina Kirchner que están preocupados por voltear los juicios por la corrupción. El Ministerio de la Venganza -armando causas judiciales y amedrentando periodistas- es la otra gran inquietud de Casa Rosada y el Instituto Patria. La impunidad y cerrar las causas, van de la mano. Gobernar el país y encontrar la verdad sobre qué pasó realmente con Fabián Gutiérrez, quedaría en un segundo plano.
*Fuente: Periodismo y Punto