En lo que se configuró como un insólito manotazo de ahogado por parte del gobierno nacional, el presidente Alberto Fernández dejó una vez más a un lado sus tendencias políticas y se volcó hacia un pragmatismo obligado por las circunstancias electorales.
Junto al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y el legislador nacional Máximo Kirchner, recibió a diez líderes de grandes empresas argentinas en un almuerzo en Casa Rosada. Entre ellos se encontraban Marcos Bulgheroni, de Pan American Energy Group, Hugo Eurnekian, de Corporación América, Marcelo Mindlin, de Pampa Energía, Javier Quintanilla, de Aluar, y Jorge Brito, del Banco Macro.
Sorprendió, sin embargo, la invitación a la mesa de Francisco De Narváez, titular del Grupo De Narváez, quien además de ser un férreo opositor al gobierno nacional, aseguró en recientes entrevistas televisivas que actualmente invierte su dinero en Uruguay, porque el país vecino “le genera más confianza”.
Como se recordará, De Narváez tuvo una meteórica carrera política en la que alcanzó un ruidoso triunfo contra Néstor Kirchner en el 2009. Sus aspiraciones encontraron un abrupto final en el mes de mayo de 2015, en medio de su campaña como precandidato a gobernador bonaerense por el Frente Renovador, cuando le propinó una brutal paliza al periodista y director de la agencia de noticias NOVA, Mario Casalongue, luego de que éste publicara una nota de investigación en la que se describía presuntos hechos de su vida privada.
A la hora de sumar votos, el presidente Alberto Fernández pareciera no tener reparos en nada. De algún modo, el acercamiento a De Narváez pareciera encuadrarse en una táctica bastante conocida del primer mandatario, que dedicó largas semanas de su mandato a enviar denuncias y querellas a diversos medios del país que se atrevieron a mencionar a su compañera, la primera dama, Fabiola Yáñez. Casualmente, la maniobra incluyó al propio Mario Casalongue y a otros periodistas de renombre como Eduardo Prestofelippo, más conocido como “El Presto”.
No es casualidad que cuando el entorno presidencial acusó por acoso mediático a Casalongue, este utilizó como testigo ante la Justicia al propio Francisco De Narváez. Durante su testimonio vía Zoom, y no sin cierta impunidad, el empresario colombiano habría acusado al periodista de “extorsionador”, sin ningún tipo de pruebas ni sentencias de por medio.
A la hora de juntar votos con la vaga esperanza de torcer el resultado de las PASO, nada ni nadie queda afuera. El plan abarca cualquier medida, por desesperada o irresponsable que resulte, que tenga un impacto inmediato. El tiempo corre y todo parece indicar que para la gestión de Alberto Fernández el mundo llega a un final el próximo 14 de noviembre. A una emisión monetaria escandalosa que genera preocupación entre los principales economistas del país, se le sumó ahora la amistad con empresarios que deciden abiertamente invertir en otras economías y que, además, son la bandera de la censura a la libertad de expresión.
*Fuente: REALPOLITIK
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