Las celebraciones diferenciadas del 17 de octubre, con sus discursos cruzados y amenazantes, demostraron que el Frente de Todos (FdT) está estallado. Las tensiones se han salido de control. Y aunque ninguno de los tres grandes jugadores de la coalición participó de los actos, su ausencia física contrastó con su presencia espiritual.
En el Estadio Obras, Carlos Acuña (triunviro de la CGT) postuló la candidatura presidencial de Sergio Massa. En la Plaza de Mayo, la de Cristina Fernández de Kirchner volvió a ser reclamada por aclamación desde las tribus que le responden.
¿Y Alberto Fernández? Si bien sólo mereció descalificaciones y cuestionamientos (sin tener a nadie que se animara a hacerlo en su nombre), el Presidente no cesó de avanzar con su plan para tratar de proponerse como candidato para su reelección, ante una sociedad atónita.
Como siempre, la centralidad la tuvo la vicepresidente. Si bien hace mucho tiempo que el cristinismo (con La Cámpora como voz cantante) levanta su candidatura, y puso en marcha una estrategia de “clamor popular” que debió ser silenciada ante la virulenta reacción de CFK.
El Presidente retomó su discurso previo a 2018, y salió a denunciar la corrupción K en la obra pública, como si él mismo no hubiera sido parte de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Aquella deslealtad en las proximidades del Día de la Lealtad fue considerada por la vicepresidente y su tribu como un límite que no podría dejarse pasar por alto, sobre todo porque creen que podrían tener su rebote en un deterioro aún mayor de su ya desesperante situación en el juicio de Vialidad.
El cristinismo, en general, ya no se esfuerza por justificar la decisión de CFK de haberlo designado como candidato del FdT. La que fue considerada inicialmente como una astuta maniobra electoral hoy es percibida como la decisión más equivocada a lo largo de su carrera política.
Con esta evaluación en la mano, las tribus cristinistas le exigen a su líder que se ponga a la cabeza de un nuevo proyecto electoral para “volver realmente mejores”. Hasta no hace mucho, la excelente relación construida entre Máximo Kirchner y Sergio Massa incluía la postulación presidencial del actual ministro de Economía con el aval de “La Jefa”. ¿Ahora?
Por otra parte, tras el detonante de las declaraciones de Alberto Fernández en el Coloquio de Idea, el círculo más cercano al ministro se enteró de que Máximo ahora pretende impulsar la fórmula Cristina-Massa. Según el jefe de La Cámpora, esta ingeniería electoral contaría con el visto bueno de su madre.
Esta novedad generó cierto escozor en el massismo, ya que no sólo sepultaría las aspiraciones presidenciales del líder del Frente Renovador (FR) en lo inmediato, sino que también significaría un ofrecimiento imposible de rechazar, a riesgo de perder el silencioso asentimiento que recibe su gestión de la vicepresidenta.
Un legislador muy próximo a Máximo explicó que, “a diferencia de lo que pasaba hace un par de meses, donde todos debíamos hablar en términos personales, ahora eso cambió. Ya estamos habilitados para decir claramente que queremos que Cristina sea candidata a Presidente y ella no nos manda a callar”.
En este contexto retoma centralidad la iniciativa del “clamor popular” para reclamar su postulación. Sin embargo, a la luz de las encuestas y del estado de ánimo preponderante en la sociedad, ello sólo parece encontrar cierto eco dentro de su propia tribu de conversos.