Pablo Wappner conoce desde sus comienzos al británico Peter Ratcliffe y publicaron juntos varias investigaciones.
La identificación de los mecanismos celulares de adaptación a la falta de oxígeno presentes en todos los animales que le valió hoy el Nobel de Medicina a dos científicos estadounidenses y un británico es un avance “muy importante”, porque “bloqueando o estimulando” estas estrategias “se puede prevenir o tratar distintas enfermedades”, según el especialista en biología molecular Pablo Wappner, quien desde hace 20 años coopera con el inglés.
Wappner, jefe del Laboratorio de Genética y Fisiología Molecular de la Fundación Instituto Leloir (FIL) explicó que lo que William Kaelin (EEUU), Peter Ratcliffe (Reino Unido) y Gregg Semenza (EEUU) “lograron desentrañar” a partir de investigaciones iniciadas “en la década del 80 son los mecanismos que tienen las células de todos los animales, desde el gusanito más primitivo hasta humano, para adaptarse a la hipoxia”.
“Y esto tiene implicancias en diversas enfermedades humanas, incluyendo cáncer, infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y muchas más”, agregó este especialista que en junio pasado compartió un asado en su casa con Ratcliffe en Buenos Aires y al que ya le envió un mail de felicitación.
“El concepto básico es que en estas enfermedades de una u otra forma las células que forman los tejidos afectados se encuentran en situación de bajo oxígeno por defectos en la irrigación sanguínea, ante la cual se desencadenan mecanismos que les permiten adaptarse”, dijo.
Y así como emplean este mecanismo para sobrevivir las células de los tejidos y órganos sanos, también lo hacen las células tumorales, explicó.
“En el caso del cáncer, las células de la parte más interna de los tumores están en situación de hipoxia: estas células también se adaptan a la baja de oxígeno y el tumor sigue creciendo por el mismo mecanismo que en este caso resulta ser una estrategia maldita”, contó.
En estos casos, “lo que los científicos y las empresas farmacológicas buscan es anular estos mecanismo como forma de combatir el cáncer”. No obstante, la adaptación a la hipoxia celular también suele ser beneficiosa para el organismo
“En el caso de infarto, llega poca sangre al corazón y el miocardio intenta defenderse de la hipoxia adaptándose a través de los mecanismos que descubrieron” los científicos premiados, continuó.
En estos casos, “a los investigadores les interesa lo contrario”, es decir, “ayudar a que esta adaptación a hipoxia sea más eficiente para que el infarto no ocurra o sus efectos sean menos graves”.
“Para un lado o para el otro, lo que uno intenta es manejar estos mecanismos de adaptación a la hipoxia con propósitos terapéuticos, ya sea bloqueándola como estrategia para enfrentar el cáncer o estimulándola como estrategia para mitigar el efecto de un infarto o de un accidente cerebro vascular”, dijo.
Wappner contó que otras aplicaciones posibles son el tratamiento de las “retinopatías diabéticas” que son causa de ceguera, o el denominado “pie diabético”, causa de muchas amputaciones de miembros inferiores.
Este doctor en Ciencias Químicas que tuvo “la suerte de estar colaborando” con Ratcliffe “desde hace 20 años”, durante los cuales “hemos publicado trabajos juntos y compartido subsidios de investigación”. “Lo conocí en el 1996 y desde entonces somos muy amigos”, dijo.
En junio pasado, el británico Ratcliffe visitó el Laboratorio de Genética y Fisiología Molecular de la Fundación Instituto Leloir.
Por eso, para Wappner “fue una felicidad enorme” recibir la noticia de este premio, a tal punto que “lo festejamos en el laboratorio”.
“De alguna manera lo esperábamos, porque el Nobel en general es precedido por otros premios y a ello se se los habían otorgado hace 5 o 6 años: se lo veía venir pero el tiempo pasaba y ya empezábamos a pensar que nunca iba a llegar”, dijo.