El dato de inflación de abril no sorprende. La economía funciona sobre una inercia elevada y buena parte de ella ve el dólar libre como el único precio que en un contexto de tanta dispersión de los mismos funciona como referencia. Básicamente, un reflejo de que la moneda argentina está perdiendo otra de sus funciones, la de unidad de medida.
El dólar había quedado atrasado respecto a los precios y al ponerse al día en estos meses está acelerando la tasa de inflación. Así, la economía se dispone a alcanzar un número de 2 dígitos mensuales en caso de que no se tomen medidas para contrarrestar esto.
Esas medidas deberían ser más pronto que tarde, dado que el mes de mayo aparenta ser de una aceleración respecto a abril debido al efecto arrastre del mes pasado y el aumento de determinados bienes y servicios regulados.
La medida principal no es tan difícil de tomar, es aceptar que se está ante una situación compleja. Algo que el Gobierno ha relativizado diciendo reiteradamente que “lo peor ya pasó”. Si a esta inflación le queda corregir el tipo de cambio oficial, tarifas y se monta sobre una inercia elevada, no hay razones para creer que sea de esa forma, por el contrario, lo peor está por venir.
Si el Gabinete económico se digna a establecer un objetivo inflacionario realista, es posible que pase de tener un rol de amplificador de incertidumbre a uno estabilizador. Si lo primero es asumir la posibilidad de que la inflación se siga yendo de control, lo segundo es empezar a construir credibilidad.
La emisión este año posiblemente supere la meta establecida por el FMI, son datos que el BCRA no anuncia. La transparencia se volvió un elemento central a la hora de llevar una política monetaria estándar en cualquier país normal, no sólo en los que funcionan bajo regímenes de metas de inflación.
Estas primeras medidas no descartan la posibilidad de ser acompañadas de heterodoxas como tener un monitoreo acerca de aumentos de precios, o bien incluso de tratar de abordar mesas de discusión de establecimiento de pactos de precios y salarios.
Pero definitivamente estas deben funcionar como medidas de segundo orden que estén tras la disciplina fiscal y monetaria. Algo que además de cumplirlas, hay que anunciarlas y respetarlas dando la mayor rendición de cuentas posible ante la sociedad.