A esta altura de las circunstancias resulta difícil de explicar las razones que llevan a Axel Kicillof de mantener a Sergio Berni dentro de la estructura del Gabinete, aún después de varios episodios polémicos. E incluso después de que el propio funcionario asegurara públicamente que ya no se consideraba “cristinista”. Pero a esa novela todavía le quedaba, al menos, un capítulo más.
La historia de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires es antigua y, lógicamente, no es neta responsabilidad del propio Berni. Aun así, los Gobiernos pasaron, hubo varios ministros ocupando el cargo, pero los robos, los asaltos y los crímenes continúan sin poder encontrarle una verdadera solución al problema de fondo: la desigualdad.
Dentro del territorio bonaerense conviven varias realidades que prácticamente son antagónicas. Sin dudas, la vida en el Conurbano no es la misma que en el interior y eso queda de manifiesto cada vez más. Días atrás, un nuevo episodio violento en La Matanza dejó en evidencia la dificultad de administrar y controlar ciertas zonas de las denominadas “calientes”.
El asesinato de Daniel Barrientos, el chofer del colectivo que encontró la muerte en un atraco, volvió a poner en Berni en el centro de la escena y su sillón tambaleó al igual que en otras tantas oportunidades. Pero, tal como sucedió en las veces anteriores, los rumores de un posible despido o renuncia se disiparon conforme al paso de los días.
Nuevamente por lo bajo se comentó la posibilidad de fusionar las carteras de Seguridad y Justicia, quedando a cargo de Julio Alak. Pero a poco más de una semana todavía nadie se anima a confirmarlo y los cambios que presumiblemente iba a efectuar Kicillof quedaron en stand by. La estructura por el momento no se toca, y el gobernador prefiere no mover demasiado el tablero.
Pero, aun así, hubo algunas modificaciones que tuvieron como punto de partida no solamente el crimen del colectivero, sino sobre todo lo sucedido después en medio de la protesta de los choferes. Cuando Berni se hizo presente en el reclamo, fue recibido con una brutal paliza que dejó marcas no solamente en su rostro, sino también en gestión.
Ambos episodios significaron un punto de inflexión. Por un lado, en un cinematográfico operativo lograron la detención de 2 de los acusados de haberle propinado la fuerte paliza al ministro y, por el otro, como medida provisoria, los efectivos de la Policía Bonaerense comenzaron a realizar una serie de cacheos en distintas ciudades, haciendo que los pasajeros del transporte público desentiendan para ser requisados.
En tiempos donde la política se deja llevar por la opinión pública y no viceversa, la decisión parece haber sido virar hacia el autoritarismo e implementar procedimientos similares a las razias para combatir la inseguridad. Esto tensa todavía más la cuerda en los sectores progresistas del Frente de Todos que desde hace meses vienen empujando la salida de Berni.
Sin embargo, por alguna cuestión que analíticamente es difícil de interpretar, el gobernador parece decidido a mantenerlo en su cargo, por decisión propia o por recomendación ajena. Aquí aparece la figura de Cristina Fernández de Kirchner, quien en su momento supo recomendarlo para ocupar la cartera que hoy lidera, aunque nadie se anima a confirmar que el acuerdo se haya roto.
Lo cierto es que Berni es uno de los funcionarios más polémicos del Gabinete de Kicillof, con muchos cuestionamientos internos y críticas de la oposición. Hay heridas (como el fallecimiento de César “Lolo” Regueiro, el hincha de Gimnasia que murió tras una brutal represión en el bosque platense) que todavía no cierran y serán complejas de sanar.
Pero, quizás, la estrategia del FdT sea abarcar todos los frentes y ser lo más amplio posible para sumar votos desde todos los sectores, incluso desde los más radicalizados. Es por ello que, en un año tan fundamental como este para el oficialismo, cada paso y cada decisión gubernamental será crucial para que Kicillof pueda seguir caminando en el largo camino a la reelección.