*Por: Rogelio López Guillemain
Dicha Federación consideró que el comentario fue “insultante, abusivo, impropio y desprestigió el juego”, con el agravante de que “incluye una referencia, implícita o explícita, al color, raza u origen étnico”.
Por su parte, Cavani aclaró: “Lo último que quería hacer era ofender a nadie. Me opongo completamente al racismo y eliminé el mensaje tan pronto como se explicó que se puede interpretar de otra manera. Me gustaría disculparme sinceramente por esto”.
En un puñado de palabras vemos cómo el delantero primero afirma su inocencia e inmediatamente después pide disculpas por si acaso algún “alma sensible”, ajena al mensaje, se sintiese insultada, al tiempo que el verdadero destinatario, lejos de ofenderse, lo tomó con alegría.
Es increíble ver hasta donde llega esta psicosis por ser políticamente correcto. Los “idiotas bien pensantes” tienen terror de ser “escrachados” por sus opiniones. Mediante la manipulación, desvirtuación y descontextualización del lenguaje, quienes quieren imponer la sumisión del individuo bajo el poder de los colectivos han logrado que el sentimiento de culpa o de vergüenza esté a flor de piel de quienes se rebajan a esta suerte de “eufemismo buenista”.
Estamos viviendo el más siniestro y perfecto intento de toda la historia de la humanidad por esclavizar la mente de las personas. Quieren terminar con los libres pensadores. Es como si estuviesen aplicando las proféticas observaciones que George Orwell escribió en su libro 1984.
Lo primero que hacen estos esclavistas del pensamiento, es negar que la realidad y verdad sean objetivas, asegurando que estas son en realidad construcciones subjetivas. Eso sí, las únicas subjetividades que valen son las de ellos. Con esta estrategia, los ideólogos y las autoridades de los colectivos buscan imponerse a los individuos, manipulando la verdad y la realidad a su antojo, intentando convencernos de que 2+2=5.
Otra de los puntos de esta táctica es hacer tengamos permanentemente miedo de ofender al otro. Como han manipulado el lenguaje a su antojo, ahora no solo debemos cuidarnos de los conceptos que emitimos, sino también de las palabras que usamos. Al desfigurar la palabra y su interpretación, moldean el pensamiento de las personas, pero sobre todo, imponen sus valores y principios. El objetivo de este manoseo impúdico, es que nos autocensuremos y que nos transformemos en nuestros propios carceleros.
Ahora bien, si por alguna razón alguien se resiste a esta distopia, los ingenieros sociales del neomarxismo cuentan con cientos, miles de alcahuetes dispuestos a señalar a quien no se somete a “sus subjetividades”.
El posmodernismo busca “alienarnos”, pretende quitarnos nuestra individualidad y amontonarnos en tribus despersonalizadas, clasificadas por sexo, raza, orientación sexual o religión. Este marxismo cultural quiere que seamos una masa gris igualitaria, sin blancos ni negros, sin buenos ni malos. Su único objetivo es que seamos animalitos obedientes, pero sobre todo, autómatas sin pensamiento crítico.
Lo ridículo de la sanción que sufrió el delantero uruguayo me hizo recordar lo que fue la Rebelión de los Cipayos a mediados del siglo 19. En ese entonces la corona inglesa les había enviado los nuevos rifles Enfield, cuyos cartuchos de pólvora debían ser cortados con los dientes. Los cartuchos estaban cubiertos de grasa para poder sacarlos de la canana con mayor facilidad. Lo que no tuvo en cuenta la autoridad inglesa, es que los Cipayos eran principalmente hindúes y sus creencias le prohibían llevarse a la boca grasa vacuna, esta falta de comprensión del contexto y de la cultura del otro, terminó en un desastre con miles de muertos.
Casi dos siglos más tarde, la federación inglesa de futbol comete el mismo error al desconocer la cultura del otro y pretender imponer sus percepciones o subjetividades, sin respetar al otro.
Hay algunas diferencias entre el evento Cavani y el motín Cipayo. Aquel fue de un gobierno hacia otra nación, el caso del futbolista es contra un individuo. Otra diferencia es que aquellos guerreros tenían principios éticos y actuaron en defensa de sus derechos. Hoy las cosas son diferentes.
Lamentablemente los sacerdotes del posmodernismo han convertido a las personas en ovejas obedientes que piden perdón por faltas que no cometen.
Pretenden que pidamos perdón porque somos intrínsecamente culpables, culpables de pertenecer a colectivos malvados, a colectivos de hombres, de heterosexuales, de blancos o algo mucho peor, pertenecientes a todos ellos.
No permitamos que nos clasifiquen ni etiqueten. No permitamos que nos digan cómo tenemos que pensar ni que valores seguir. Somos libres, somos pensadores críticos, somos individuos respetuosos, somos humanos soberanos. No debemos rendir nuestros derechos ante estos esclavistas del siglo 21.