Las internas en el Frente de Todos deja en claro que Alberto Fernández quiere ponerle un final a Cristina Fernández de Kirchner. Y va camino a lograrlo: ya les rodeó la manzana a “La Jefa” y La Cámpora, los obligó a aceptar competir en una PASO.
Más allá de que gane o pierda, les obligó a agachar la cabeza y aceptar sus reglas de juego. Algo impensado hasta hace muy poco: el dedo de Cristina ha perdido sus poderes, y Máximo tuvo que tragarse sus afirmaciones de que no confrontarían en una interna contra Alberto Fernández.
La bronca y el rencor que les provocó “el dolor de ya no ser” se tradujo en el cambio de actitud de Eduardo “Wado” de Pedro, quien pasó de hacer declaraciones conciliadoras a retomar el tono agresivo que venía caracterizando al cristinismo.
De este modo, la secta de “La Jefa” confirmó su fracaso en el intento de forzar a la autoexclusión de Alberto como candidato, imponiéndole la proscripción que alegan que sufre CFK. Así las cosas, el ministro del Interior disparó munición gruesa contra el primer mandatario, a quien acusó de impedir la creación de un ámbito de discusión para conciliar las candidaturas de la coalición oficialista.
“El Presidente definió una estrategia hace mucho tiempo, donde muchos sectores del Frente de Todos le pidieron discutir parte de la estrategia. No existió el ámbito para discutirla, con lo cual la situación fue producto de la decisión unipersonal de Alberto Fernández que nos llevó hasta acá con su decisión estratégica”, enfatizó.
Mal que les pese, la exitosa resistencia de Alberto Fernández significa una derrota para las pretensiones de un cristinismo cuyo poder de fuego aparece sensiblemente deteriorado. Gane o pierda AF, o quien designe como su candidato en las PASO, ya ganó la disputa interna.
“Hoy nos queda ir a una PASO, donde el Presidente se va a presentar, es lo que tengo entendido. Sería muy bueno que el Presidente se presente, que el resto del Frente de Todos pueda armar una alternativa y que la gente pueda definir en las PASO”, aceptó resignado. Ni a Cristina, mucho menos a La Cámpora, han sido partidarios de tener en cuenta a las bases al momento de tomar decisiones o de decidir candidaturas. Lo suyo es el “dedazo”.
Por cierto, no es el cristinismo el único que comienza a desesperarse. También lo hace Daniel Scioli, quien estaba convencido de que el Presidente sólo aspiraba a mantener cierto protagonismo para fortalecer la gobernanza en los últimos meses de su gestión, y ahora se cuestiona cuál es la verdadera intención del mismo. Por lo pronto, no le habilitó ninguna caja (ministerio o secretaría, ni una modesta sociedad de fomento) para financiar su candidatura alternativa.
Tal vez quien mejor interpretó dentro del peronismo el curso de los acontecimientos fue Guillermo Moreno, luego de cuestionar sin pudor al Presidente y a su gestión durante 3 años, alertó hace unas semanas que “la lapicera de Alberto” es la más poderosa dentro del Frente de Todos de cara a una elección, y que el “candidato natural del espacio” no puede ser otro más que el jefe de Estado.
En un segmento del reportaje que concedió a Tomás Rebord, y que marcó un récord de ingresos en la red YouTube, el Presidente salió a defender su gestión con argumentos que difícilmente podrían contrastarse. Tal vez por eso fueron invisibilizados por los medios, tanto de la oposición como los ligados al cristinismo.
Un elemental sentido común lleva a concluir en que, si una coalición aspira a renovar su mandato, no tiene otra alternativa más que la de llevar como candidato al Presidente en funciones, sobre todo cuando fue designado para ese cargo por quien argumenta ser “la dueña de los votos”. Lo inverso equivaldría a reconocer que “nos votaron a nosotros pero gobernó otro”, por lo que ahora con un candidato diferente haría otra cosa.
Pero en este escenario teórico cometió otro error imperdonable: renunció a ser candidata, argumentando que estaba “proscrita”. De este modo, si termina postulándose quedará demostrado que mintió. Y, si designa a un nuevo candidato que la represente, no habría ninguna garantía de que no terminará disparando misiles, como lo hizo con Alberto Fernández.
La disparatada alternativa de designar a un “tapado” como candidato de “La Jefa”, como sería el caso de Pablo González (actual Presidente de YPF), sólo demostraría que “no volvió a crecer el pasto” allí por donde ella dejó su huella. Durante su extenso liderazgo no dejó un sucesor incuestionado, al cortar las aspiraciones (y también las cabezas) de todos aquellos que no estuvieran dispuestos a oficiar como instrumentos de su voluntad absolutista.
Podría apuntarse que Axel Kicillof o “Wado” de Pedro podrían “representarla”. Pero ninguno tiene la textura suficiente para una postulación presidencial. En el caso del gobernador, el costo sería “entregar la provincia” al peronismo. El del ministro del Interior es aún más complicado, por los cuestionamientos internos que sufre dentro del cristinismo de cuello negro.
Ahora el cristinismo deberá ir a una interna en los términos que impuso el Presidente. Algo que ya quiso hacer Alberto Fernández como armador de Florencio Randazzo en 2017, pero no consiguió llegar a buen puerto. Pero el jefe de Estado es un “tiempista” que no archivó su proyecto. Sólo esperó que estuvieran dadas las condiciones para llevarlo a cabo.
Ahora todas las miradas están centradas en las movidas que ambos sectores ensayarán en los próximos días, previos a un momento clave: la reunión del Consejo del Partido Justicialista, pautada para el 15 de abril y que, seguramente, no será armoniosa. Pero, más allá del eventual resultado del presente proceso electoral (tanto interno como general) el “fin del cristinismo” (no del “kirchnerismo”), más temprano que tarde, ya está decretado.