*Por Juan Carlos de Pablo (La Nación)
“Occidente está en peligro”, les dijo el presidente Milei a Biden, Macron y al primer ministro inglés. Se los dijo desde Davos, delante de algunos CEO y periodistas. Seguramente que de manera directa, o por la repercusión en los medios el mensaje, les llegó y sólo con el tiempo veremos en qué medida afectará las decisiones.
El FMI no tendría ningún inconveniente en que el actual gobierno argentino eliminara totalmente el desequilibrio fiscal aumentando impuestos sin reducir el gasto público. Para Milei esto es socialismo, pero, más allá de la nomenclatura, el punto es que la supervivencia del sector privado no parece estar en el tope de las preocupaciones de los organismos internacionales. Si así funciona el Fondo, no quiero pensar cómo funcionan las Naciones Unidas.
El presidente Milei negó la existencia de fallas de mercado, ubicándose en las antípodas de Joseph Eugene Stiglitz, quien ve fallas de mercado por todos lados. La cuestión no es “académica” en el mal sentido de la palabra, sino que tiene claras implicancias de política económica. Porque este último recomienda la masiva intervención estatal, mientras que el primero propone la abstención estatal absoluta. Desde el punto de vista práctico ambos exageran.
Robert Merton Solow lo planteó en 1980 de manera simpática. En sus palabras: “Un ecléctico incorregible, falto de carácter como yo escucha a Milton Friedman un minuto y mi mente se llena de ejemplos de fracasos del mercado, pero escucha un minuto a John Kenneth Galbraith y la mente se llena de las bondades del mecanismo de mercado”.
Hoy sabemos que junto a las “fallas de mercado” existen las “fallas del Estado”, de manera que la cuestión de la intervención estatal para corregir las fallas de mercado se convierte en una cuestión empírica. Dada la diferente calidad de los servicios que presta el Estado, soy mucho más liberal en la Argentina que, digamos, en Alemania. Mi papá lo tenía muy claro cuando decía que a veces el remedio es peor que la enfermedad.
Seamos prácticos. La mayoría de los controles, como la mayoría de las regulaciones, deben ser eliminados porque en países como la Argentina los seres humanos concretos saben defender sus intereses mucho mejor que los funcionarios. Pero también es claro que cambiar de pizzería es mucho más fácil que cambiar de prepaga, que la distribución de energía en las ciudades es un monopolio natural, etc.