*Por Felipe Montes de Oca
Hace unos días, y frente a la escalada de la divisa norteamericana, Milei decía —cuando lo consultaban— “cuanto más alto esté el precio del dólar, más fácil es dolarizar”. La divisa paralela en los días que siguieron no paró de trepar hasta fulminar finalmente al hornero. Sería injusto dar a entender que esto es producto de la singular irresponsabilidad de un solo individuo, por más relevante que sea en la política.
El Ministro de Economía tiene que hacerse cargo. Sin embargo, ayer cantaba en un programa militante como si la Argentina tuviera la estabilidad económica de Noruega. El valor del peso es el reflejo de la confianza que tiene el mercado, que no es lo mismo que el pueblo. Nadie le cree a este gobierno, porque han hecho fiestas en cuarentena, porque han arrojado bolsos en los conventos, porque han hecho fiestas en yates con la plata que se robaron.
¿En qué país del mundo un candidato a presidente asalta con tanta violencia a una institución del país? ¿Qué esperamos que pase con el valor de esa institución? El peso es una institución, puede fallar, pero lo que hacemos cuando las cosas no funcionan, no es descartarlas, es arreglarlas. Porque esa es la diferencia entre el Estadista y el farsante: el Estadista construye desde los escombros para elevar el país que ama. El farsante se apura a juntarlos para poder pararse más alto, él solo, mientras el resto sigue hundido.
Atacar tan ferozmente al peso es meterse con la plata de la gente porque hoy, en tu bolsillo, lo que hay son pesos. La mejor política económica que puede tener un país es la reputación de sus dirigentes. En algún momento, tendremos que darnos cuenta de que no hay moneda que valga sin patriotismo y amor por los colores. Tal vez entendamos que no hay plan económico de equilibrio que tenga sentido si los que lo aplican no tienen credibilidad. Soy plenamente consciente de cuán fuera de contexto suenan estas palabras, por eso mismo, es importante que sean escritas.
En la encrucijada del “Dólar 1000,” nos enfrentamos a una elección crítica. Podemos seguir permitiendo que la irresponsabilidad y la incompetencia corroan la confianza en nuestra moneda y en nuestra dirigencia o bien podemos optar por una transformación valiente, donde tengamos políticos que se comporten como líderes que se hacen cargo de los problemas, tomen las decisiones que corresponden a una moneda sana, en lugar de entregar el problema para que lo resuelva otro país.
Yo sé que a esta altura al argentino no le importa tener pesos, porque le demostraron que siempre fracasaron. No le interesa, con justa razón, nada más que dejar de ser pobre. Yo no te llamo a defender el peso solo porque es nuestro, te invito a que demandemos soluciones duraderas. Para eso tenemos que exigir, de una vez y para siempre, dirigentes honestos e idoneos, porque esa es la única condición real para dejar de ser pobres.
Hoy con el “Dólar 1000,” la verdadera riqueza de una nación no se mide en dólares, sino en la determinación de su gente y en la integridad de sus líderes. Esta es la hora de elegir. Esta es la hora de construir desde las cenizas, de rescatar a la Argentina que amamos. En un mundo turbulento, nuestras decisiones importan más que nunca. La historia nos juzgará por la dirección que elijamos. La Argentina merece líderes que la eleven, no que la hundan en la decadencia. La elección es nuestra y el tiempo corre.