Corría el año 2005 y el juez Julián Ercoloni investigaba al por entonces presidente Néstor Kirchner por enriquecimiento ilícito. La causa abarcaba el notable crecimiento financiero del matrimonio Kirchner entre 1995 y 2004. Es decir, entre que fue gobernador de Santa Cruz y presidente de la Nación.
A pesar de los documentos que se arremolinaban sobre su escritorio, el magistrado había decidido sorpresivamente sobreseer al mandatario sin siquiera llevar adelante una pericia contable de sus declaraciones juradas. Nadie entendió la decisión de Ercolini. Algunos, los más suspicaces, aseguraron que allí, definitivamente, había pasado “algo”.
El primer lunes después de aquella Semana Santa de 2005 marcaba el último día que el fiscal Eduardo Taiano tenía para avalar la decisión de Ercolini o, por el contrario, impulsar aún más una investigación que prometía poner contra las cuerdas a Kirchner. Nadie sabía qué había decidido hacer. Taiano había optado por no hablar con nadie sobre la causa.
Aquella mañana, sus compañeros de trabajo lo esperaban en la fiscalía Nro. 3, en el quinto piso de los Tribunales de Comodoro Py. Había nerviosismo y un sentido de anticipación, de que estaba por gestarse algo grande. Allegados al despacho aseguran, incluso hoy, que tenían documentación que comprometía seriamente a Néstor Kirchner.
A pesar de ser conocido por su puntualidad, Taiano no llegó a las 8.40 de la mañana, la la hora acostumbrada. Mientras viajaba rumbo a su trabajo, le comunicaron por teléfono que su hijo había sido secuestrado mientras caminaba hacia la clase particular de matemáticas. Fue en la esquina de Santa Fe y Pueyrredón. Un auto se detuvo a su lado y lo metieron dentro a los empujones, le quitaron la mochila y desaparecieron.
Al parecer, nadie vio nada. Ni siquiera el pequeño. Nada le robaron, dejaron todo intacto, incluyendo su billetera y sus pertenencias. Sólo le preguntaron si era el hijo del fiscal Taiano. Eso era todo lo que querían saber. Tampoco lo llevaron a ningún lado, sólo se limitaron a dar vueltas con el auto durante algunas horas. Un viaje de pesadillas.
Finalmente, lo dejaron en Barracas, a pocas cuadras de la casa de un familiar, y se perdieron para siempre al doblar la esquina.
El mensaje, al parecer, se entendió. Taiano decidió no tuvo tiempo de apelar la decisión de Ercolini y debió dejar pasar, de este modo, la primera causa grave por enriquecimiento ilícito que cayó sobre la cabeza de los Kirchner
*Fuente: REALPOLITIK