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La princesa Diana, conocida popularmente como Lady Di, fue la esposa del hoy heredero al trono de la Corona Británica Carlos III. Falleció en el año 1997 a la corte edad de 36 años en un desafortunado accidente automovilístico, pero su legado como “Princesa del pueblo” sigue vigente por la importante acción social que realizó.
La Reina Isabel II junto a la Princesa Diana, el Rey Carlos III y sus dos hijos.
Las dificultades con la Reina Isabel II, con quien en principio tuvo una muy buena relación, comienzan cuando se vuelve de público conocimiento la infidelidad por parte de Carlos con la actual Princesa de consorte Camilla Parker. Diana soportó durante años el hábito de su marido de serle infiel, causándole así problemas graves de salud: bulimia y autolesiones, así lo menciona en una entrevista personal que realizó para la BBC una vez divorciada del hoy Rey del Reino Unido. “Me lastimaba los brazos y las piernas”, declaró cuando se le preguntó por la depresión post-parto que sufrió. Luego se le cuestionó si sabía acerca de la infidelidad de su esposo durante el matrimonio a lo cual contestó que sí, el periodista preguntó cómo lo supo y ella respondió: “El instinto de una mujer es uno muy bueno”.
La famosa entrevista que realizó la Princesa para la BBC con el periodista y presentador británico Martin Bashir.
En la misma controversial entrevista que dio hace 25 años habló sobre su posible futuro como Reina, el cual ella no consideraba que fuese posible, principalmente porque, como ella misma dijo, “No creo que mucha gente quisiera que yo sea Reina. Y cuando digo mucha gente me refiero a la organización con la que estoy casada” haciendo referencia a La Casa Real.
La verdad es que la Reina Isabel II estaba cansada de escuchar a la Princesa Diana llorar y lamentarse por los problemas que tenía su matrimonio, por lo que decidió no intervenir y dar un paso al costado. Sin embargo, el mal comportamiento del actual Rey hizo que la relación, que en algún momento fue buena, entre la monarca y la princesa se deteriora.
Lady Di: “Éramos tres en el matrimonio, estaba un poco concurrido”
A pesar de los incómodos y tensos momentos que tuvo su relación, el día de la muerte de la entonces Princesa, Isabel pronunció unas hermosas palabras que demostraron el respeto que le tenía. La definió como “un ser humano excepcional” y agregó, “nadie que la haya conocido la olvidaría jamás”.
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El actor Luis Brandoni, de 85 años, fue homenajeado en la tarde del lunes en la cúpula del Palacio Libertad y recibió el reconocimiento de la Secretaría de Cultura como “Personalidad Emérita de la Cultura Nacional”. En ese marco, decidió donar el premio monetario de 1 millón de pesos a La Casa del Teatro.
“He decidido que el premio que se me está otorgando en este momento darle un destino distinto a quedármelo”, destacó Brandoni durante la ceremonia. El actor explicó su decisión en el mismo acto junto a la presidente de La Casa del Teatro, Linda Peretz.
Peretz agradeció el gesto y remarcó el impacto para los residentes de la institución. “Muchas gracias, siempre involucrándote para que los compañeros, sus pares, estén contentos, tranquilos, sanos, en una posición digna de que en esta vida la gente que vive en la Casa del Teatro son compañeros de verdad, compañeros míos, que no tuvieron la suerte de tener un pasar o una vejez digna y entonces viven en la Casa del Teatro. Yo agradezco muchísimo que un compañero como Brandoni se involucre de esta manera”.
La Biblioteca de Alejandría fue construida en el siglo III A.C. por Ptolomeo I, quien fue el fundador de la dinastía ptolemaica de Egipto. ¿Y por qué este monarca tenía tanto interés en el saber? La respuesta se encuentra en su pasado.
Ptolomeo fue uno de los generales de mayor confianza de Alejandro Magno, quien tenía una gran devoción por la cultura y el saber. Estos intereses del macedonio se evidencian cuando repasamos su biografía y observamos que mantuvo siempre una actitud abierta y respetuosa de los usos y costumbres de los pueblos conquistados, incluso cuando esta disposición provocara resistencia entre su estado mayor, y por las remesas de animales y plantas exóticas que le enviaba a su maestro de la juventud, nada más y nada menos que el mismísimo Aristóteles.
La intención de Ptolomeo era la de reunir todo el saber del mundo en un solo lugar. Para ello retenía todo escrito que llegaba al puerto, lo traducía al griego y luego se lo devolvía a su dueño.
Un detalle interesante acerca de este emprendimiento es que se financiaba, al menos en parte, con la venta de copias de los libros (papiros). En aquella época, el tener una biblioteca era un signo de estatus social muy importante, cuanto más grande fuese ésta, mayor nivel aristocrático de su dueño, por lo que la venta de libros resultaba ser un negocio muy rentable.
– “Alejandro Magno en el Templo de Jerusalén” / SebastianoConca
Grandes sabios de la antigüedad se nutrieron del saber en la biblioteca de Alejandría y sus logros influyeron en cientos de científicos a través de los siglos. Algunos de ellos fueron:
Euclides– Matemático, considerado el “padre de la geometría”
Eratóstenes– Aseguró que la Tierra era redonda y calculó con bastante precisión su tamaño. Fue bibliotecario en jefe.
Aristarco de Samos– Propuso la teoría heliocéntrica, o sea, aseguraba que la Tierra giraba alrededor del Sol.
Apolonio de Rodas – Poeta y estudioso, autor de Las Argonáuticas.
Es interesante saber que la biblioteca no era una institución única y aislada, era el epicentro de algo más grande; la biblioteca era el corazón del Museion, palabra de la que deriva museo y que significa “lugar consagrado a las musas”.
– “Apolo y las musas” / Nicolas Poussin
Las musas eran 9 divinidades que fueron engendradas en 9 encuentros amorosos consecutivos protagonizados por Zeus y su hermana Mnemósine, representaciones del poder y la memoria respectivamente. Las musas eran quienes inspiraban las artes, las ciencias y la memoria. Estas eran:
Alíope– poesía épica.
Clío– historia.
Erato– poesía lírica y amorosa.
Euterpe– música y poesía lírica.
Melpómene– tragedia.
Polimnia– himnos y poesía sagrada.
Talia– comedia y poesía pastoral.
Terpsícore– danza y coro.
Urania– astronomía.
Como podemos ver, el proyecto de Ptolomeo era mucho más ambicioso que la simple acumulación de los saberes del mundo. El faraón pretendía aglutinar en su ciudad toda la cultura del orbe.
La relación entre la biblioteca de Alejandría con esta suerte de nueva biblioteca portátil llamada Smartphone, resulta ser más que evidente. Sin embargo, me gustaría puntualizar un par de cosas en esta correlación.
Primero el alcance del contenido. La biblioteca de Alejandría era de uso exclusivo para un grupo selecto de individuos, el resto de las personas podían concurrir a las llamadas “bibliotecas hijas”, una suerte de sucursales que existían fuera del Museiom y que por supuesto tenían mucho menos material que la biblioteca central.
Otro punto fundamental que debemos considerar con respecto a estas bibliotecas secundarias es el hecho de que muy pocas personas sabían leer, ¡y menos aún en griego! Que estuviesen abiertas al público analfabeto era inútil. Por lo que podemos inferir que la “democratización” actual del saber no se debe al libre acceso a la información, sino al proceso educativo masivo de la población.
Pero no todo lo actual es color de rosa. En aquel entonces, las personas concurrían a la biblioteca en procura de sabiduría. Había en general cierto purismo en la búsqueda del desarrollo personal, tanto material como espiritual. En cambio, hoy el Smartphone nos abre las puertas tanto del cielo como del infierno.
En su pantalla tenemos acceso a tanto material que no nos alcanzarían 100 vidas para recorrerlo, y gran parte es gratuito. Podemos disfrutar del arte o aprender prácticamente cualquier cosa de cualquier tema; o por el contrario, podemos perder el tiempo en idioteces o peor aún, alimentar nuestros más bajos impulsos.
Con respecto a esto último surge esta pregunta que se repite incesantemente: ¿Debemos regular el contenido de las redes o restringir el uso de los celulares en las aulas?
Definitivamente no. Estas medidas no solo resultan ineficientes, sino que incluso son contraproducentes: nada resulta más tentador que lo prohibido.
La clave no está en la oferta sino en la demanda. La solución la alcanzaremos cuando todos y cada uno de nosotros nos comportemos como individuos virtuosos y simplemente no consumamos lo que no hay que consumir, cuando invirtamos nuestro tiempo y no lo desperdiciemos.
Soy consciente de que esto es muy difícil, la dopamina que libera el consumo de las redes es muy adictiva, tan adictiva como el consumo de drogas, tabaco o alcohol.
¿Suena fantasioso esperar que las personas se comporten como adultas y sean responsables de su propio futuro y de su propia salud mental? Quizás lo sea, pero no resulta más fantasioso que el imaginar que las prohibiciones han de funcionar cuando nunca, en ningún tiempo o lugar de la historia de la humanidad lo hicieron.
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