*Por: Ignacio Montes de Oca
Hay una historia maldita que nadie quiere recordar porque desnuda hechos incómodos y desarma épicas. Como el radiograma desde Punta Indio informando de un inminente ataque aéreo sobre la capital en la mañana del 16 de junio. Nadie lanzó el alerta sobre la gente en Plaza de Mayo.
Ese día se había previsto un desfile aéreo sobre Buenos Aires, por eso la gente miraba al cielo esperando ver el paso de los aviones, pero descubrió la verdad cuando comenzaron a caer las bombas.
Y el servicio de inteligencia interno estaba tan al tanto de lo que estaba por suceder, que la guardia de Casa Rosada fue reforzada y el presidente Perón fue trasladado tres horas antes al edificio del Ministerio de Guerra en Paseo Colón al 200.
Por eso cuando una columna rebelde de la Infanteria de Marina intentó llegar por tierra a Casa Rosada encontró una resistencia imprevista. Luego de cinco horas de combate, se retiraron. Nota de color negro: el enlace entre el comando y la columna era un joven marino llamado Emilio Massera.
Cuando las tropas leales retomaron la iniciativa, tomaron el edificio de la marina y rindieron a los rebeldes. El contraalmirante Benjamín Gargiulo, jefe del comando rebelde, optó por suicidarse antes de ser tomado prisionero.
Ese día fue la primera vez que la Fuerza Aérea entró en combate. Y sufrió sus primeros derribos. Un avión cayó en el Río de la Plata y otro sobre la provincia de Buenos Aires alcanzados por la artillería antiaérea leal al gobierno. El resto, logró asilo en Uruguay.
Y el 16 de junio siguió violento por la noche. Luego de la matanza en los alrededores de la Casa Rosada, una multitud atacó edificios en toda la ciudad. Al llegar la noche ardían las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Roque y el edificio de la Curia, entro otros.
El último muerto del 16 de junio de 1955 fue el cura Jacobo Wegner, sacerdote de Santo Domingo apaleado por la turba. Y en esa y varias iglesias los restos de algunos próceres fueron arrasados y terminaron desparramados en la calle. Fue un día completo de furia.
Por una orden que nadie dio pero todos respetaron, ni la policía ni los bomberos interrumpieron los incendios y saqueos. Perón sí dio la orden a la CGT para que no fuera parte de los ataques, pese el pedido de los gremialistas furiosos con la masacre ocasionado por los rebeldes.
El 16 de junio abrió el abismo que condujo al golpe del 55. Los aviones con la consigna “Cristo Vence” que atacaron la Casa Rosada mostraron que la lucha era a todo o nada. Fue un día sangriento cargado de violencia que convirtió la grieta en trinchera.