07 agosto, 2025

A 210 años del nacimiento de Juan Bautista Alberdi: “Nuestro pueblo no carece de pan sino de educación”

Fue político, economista, embajador, músico, autor de textos claves y uno de los responsables de la Constitución de 1853.
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10 Years Experiences

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*Por: Adrián Pignatelli

Nació en el año de la Patria, el 29 de agosto de 1810 en San Miguel de Tucumán, en una casa justo frente a la plaza principal. En el solar que ocupaba, hoy sólo queda una placa, ya que la vivienda con el correr de los años tuvo usos disímiles hasta que se demolió.

Su madre, Josefa Rosa de Aráoz de Valderrama, una mujer alta, delgada, rubia, nunca pudo recuperarse del parto y falleció meses más tarde. Lo crió su padre, Salvador Alberdi, un vizcaíno amigo de Manuel Belgrano.

Salvador se dedicaba al comercio y fallecería cuando Juan Bautista tenía 11 años. Era de contextura baja, debilucho y sus cuatro hermanos siempre estuvieron pendientes de él.

Gracias a una beca, ingresó en 1824 en el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires. Pero el joven Alberdi, al cuidado de su hermano y tutor Felipe, pidió abandonarlo por los atajos pedagógicos de enseñanza, basados en los castigos corporales y los encierros. El rector había evaluado que Juan Bautista tenía una especial aversión por los estudios y que solo le atraía la música.

Lo emplearon como dependiente en la tienda de Moldes, viejo amigo de su padre. En sus momentos libres, era visto con un libro –el ensayo histórico Las ruinas de Palmira, del Conde de Volney fue el primero que cayó en sus manos y de ahí Jean-Jacques Rousseau y demás pensadores- y también se daba tiempo para estudiar música y componer. Solía usar el piano de Mariquita Sánchez de Thompson, aquel donde se ejecutó por primera vez el Himno, ya que por un tiempo vivió en una habitación de su casa que ella le alquilaba.

En una oportunidad que cayó enfermo, una de sus tías le prohibió tomar los medicamentos prescriptos. Le aconsejó dejar los libros, que tomase aire y que fuera a los salones de baile. “Ese fue el origen de mi vida frívola en Buenos Aires”, dejaría escrito.

Si bien en 1831 ingresó a la Universidad de Buenos Aires a estudiar Leyes, no soportó el espeso clima que se vivía en la ciudad por el rosismo. Intentó continuarlos en la Universidad Nacional de Córdoba.

Pudo tener un sorprendente padrino cuando, con una carta de recomendación, se presentó ante Facundo Quiroga, que vivía entonces en Buenos Aires. Alberdi deseaba progresar en la ciudad, pero el riojano lo animó a continuar sus estudios en Estados Unidos, que él se haría cargo de los gastos. Ya con las valijas hechas, casi con un pie en el muelle, el joven tucumano se echó atrás.

EL SALÓN LITERARIO

No era Buenos Aires la adecuada para mentes como la de Alberdi. Ya pertenecía a un grupo de intelectuales como lo eran Juan María Gutiérrez, Marcos Sastre, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría y Miguel Cané, entre tantos otros, los que fundarían el Salón Literario.

Lo que en un comienzo fueron charlas relacionadas al arte, la literatura y la música rápidamente se volcó hacia cuestiones más políticas y más peligrosas para discutir bajo la mirada rosista, que todo lo percibía. Como así lo entendieron, fue en la clandestinidad que formaron la Asociación de la Joven Generación Argentina, que le haría erizar los cabellos al federal menos fanático.

Abogaban por las ideas liberales, volver a los ideales de Mayo, terminar con la dicotomía entre unitarios y federales y establecer un gobierno constitucional. Nacía la Generación del 37.

Sin embargo, sus primeros trabajos fueron sobre música, entre los que se destacan El espíritu de la música y Ensayo sobre un método nuevo para aprender a tocar el piano con la mayor facilidad. El obispo de Tucumán lo describiría como “joven de modales finos, de talento soberano, el Rossini tucumano”.

En 1838 Alberdi se exilió en Uruguay y a través de sus notas periodísticas criticaba a Juan Manuel de Rosas. “Me expatrié voluntariamente por no tolerar la tiranía”. No tenía su título universitario por negarse a prestar juramento de fidelidad a Rosas. Terminaría recibiéndose en el país oriental.

Había dejado ya los mensajes velados que, ingeniosamente, colaba en La Moda, una publicación semanal dedicada a la música, la poesía, la literatura, que editó por algún tiempo en 1837, y donde sus notas las firmaba como “Figarillo”, ya que era un admirador de Fígaro, el famoso personaje de ficción.

LAS BASES

En 1842 publicó El gigante Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra memorable, una obra de teatro satírica, que criticaba tanto a federales y a unitarios y que le reclamaba a los políticos no saber cómo derrotar a Rosas. Pudo abandonar la ciudad sitiada de Montevideo y en 1843 viajó a Europa.

Tuvo dos encuentros con el general José de San Martín, a quien encontró lúcido y vital. Ese año se estableció en Chile, donde ejerció como abogado y escribía artículos para los diarios. En la nación trasandina escribió la Memoria sobre la conveniencia y objetos de un Congreso General Americano, que debería ocuparse de fijar los límites de los países del continente.

Alberdi entendió que la caída de Rosas en febrero de 1852 debía ser el inicio de la reorganización nacional y que se debía recuperar el tiempo perdido. En mayo editó Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. En una de sus cartas, diría que “las Bases son un escrito ligero, hecho en 20 días de ocio en el feriado”.

El trabajo fue recibido por Justo José de Urquiza como caído del cielo. Las Bases harían honor a su nombre, y parte de su contenido servirían para elaborar la Constitución de 1853. En julio, editó una segunda edición, en la que incluyó un proyecto de Constitución.

“Gobernar es poblar”, insistía. “El tipo de nuestro hombre sudamericano debe ser el hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el desierto, el atraso material, la naturaleza bruta y primitiva de nuestro continente”.

POLÉMICA CON SARMIENTO

Mantuvo una feroz polémica con Domingo Faustino Sarmiento. Había alabado el trabajo de Alberdi, pero había puesto el grito en el cielo al ser desoído por Urquiza quien, según aquel, no había desarmado el aparato rosista, mantenía a algunos viejos funcionarios del régimen depuesto y se entendía con los caudillos federales del interior.

Cuando el sanjuanino volvió a exiliarse en Chile, acusó a Alberdi de ser un agente de Urquiza. En realidad, Alberdi consideró que el Sarmiento atacaba injustamente a Urquiza en el libro La Campaña del Ejército Grande.

Desde el poblado chileno de Quillota escribió un folleto titulado Cartas sobre la prensa y la política militante en la República Argentina, en el que criticaba duramente el libro de Sarmiento. Pasaría a la historia como Cartas quillotanas.

El sanjuanino, enfurecido, le respondió con cinco folletos que llamó Las ciento y una y nuevamente el tucumano contraatacaría con Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina. Se dijeron de todo.

En un profundo debate sobre el rol de la prensa, Alberdi le marcó a Sarmiento los errores en los que había incurrido; éste fue más vehemente llamándolo, por ejemplo, “perro de todas las bodas en política”, “tonto estúpido”, “alma y cara de conejo”.

“NUESTRO PUEBLO CARECE DE EDUCACIÓN”

Otra de las obras claves fue el Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina y de la integridad argentina bajo todos los gobiernos, en el que defiende el nacionalismo económico, fustiga los impuestos confiscatorios y llama “malversación” a los gastos excesivos del gobierno.

Escribía que “nuestras capitales ociosas eran escuelas de vagancia, de donde salían, para desparramarse en el resto del territorio, los que se habían educado entre las fiestas, el juego y la disipación, en que vivían envueltos los virreyes, corruptores por sistema de gobierno. Nuestro pueblo no carece de pan, sino de educación, pues aquí tenemos un pauperismo mental. Nuestro pueblo argentino muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos en el arte de enriquecer”.

RECONOCIMIENTO DE ESPAÑA

Fue nombrado, en 1855, encargado de negocios de la Confederación Argentina ante Francia, Gran Bretaña, España y la Santa Sede. En octubre de 1857, en Inglaterra, tuvo un encuentro con Juan Manuel de Rosas, quien le manifestó que lo que poseía para vivir se lo debía a Urquiza. Le sorprendió que hablase inglés, dice que lo hacía mal, pero sin detenerse.

El 29 de abril de 1858 lograría el reconocimiento de España de la Confederación y firmaría dos tratados sobre comercio y navegación.

Escribiría que “por el primero, España renuncia al territorio de la República Argentina que fue colonia; por el segundo, lo recupera como mercado libre”.

Su suerte cambió cuando Urquiza fue derrotado en Pavón, y Bartolomé Mitre lo despojó de su cargo y los años de sueldos que le adeudaban quedaron en el limbo eterno. Su único ingreso fue un alquiler de una propiedad que poseía en Chile.

Cuando estalló la guerra de la Triple Alianza, fue un férreo defensor del Paraguay. Algunos creyeron que su libro El Crimen de la Guerra, de 1870, fue un alegato contra este conflicto bélico, aunque se refería a las guerras en Europa.

ÚLTIMOS AÑOS

Regresó a Buenos Aires en 1879 cuando obtuvo una candidatura a diputado nacional. Fue vicepresidente del cuerpo. Cuando la Facultad de Derecho lo homenajeó en mayo de 1880, afirmó que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual”. Sus Obras completas serían editadas a instancias del presidente Julio A. Roca.

Cansado y solo, hizo las valijas y nuevamente se radicó en Francia. Débil y enfermo, fue internado. Aún conservaba gran parte de su pelo lacio, ya canoso. Moriría cerca de París el 19 de junio de 1884.

El presidente Miguel Juárez Celman dispuso la repatriación de sus restos en 1889, que llegaron a bordo del vapor Azopardo. Fue depositado en el cementerio de la Recoleta, aunque hace algunos años sus cenizas descansan en la casa de gobierno de Tucumán, su tierra natal. Está en su Patria, que para él “es la libertad, es el orden, la riqueza, la civilización organizados en el suelo nativo, bajo su enseña y con su nombre”.

*Fuente: Infobae


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La Biblioteca de Alejandría y el Smartphone

*Por Rogelio López Guillemain

La Biblioteca de Alejandría fue construida en el siglo III A.C. por Ptolomeo I, quien fue el fundador de la dinastía ptolemaica de Egipto. ¿Y por qué este monarca tenía tanto interés en el saber?  La respuesta se encuentra en su pasado.

Ptolomeo fue uno de los generales de mayor confianza de Alejandro Magno, quien tenía una gran devoción por la cultura y el saber. Estos intereses del macedonio se evidencian cuando repasamos su biografía y observamos que mantuvo siempre una actitud abierta y respetuosa de los usos y costumbres de los pueblos conquistados, incluso cuando esta disposición provocara resistencia entre su estado mayor, y por las remesas de animales y plantas exóticas que le enviaba a su maestro de la juventud, nada más y nada menos que el mismísimo Aristóteles.

La intención de Ptolomeo era la de reunir todo el saber del mundo en un solo lugar. Para ello retenía todo escrito que llegaba al puerto, lo traducía al griego y luego se lo devolvía a su dueño. 

Un detalle interesante acerca de este emprendimiento es que se financiaba, al menos en parte, con la venta de copias de los libros (papiros). En aquella época, el tener una biblioteca era un signo de estatus social muy importante, cuanto más grande fuese ésta, mayor nivel aristocrático de su dueño, por lo que la venta de libros resultaba ser un negocio muy rentable.

– “Alejandro Magno en el Templo de Jerusalén” / Sebastiano Conca

Grandes sabios de la antigüedad se nutrieron del saber en la biblioteca de Alejandría y sus logros influyeron en cientos de científicos a través de los siglos.  Algunos de ellos fueron:

  • Euclides – Matemático, considerado el “padre de la geometría”
  • Eratóstenes – Aseguró que la Tierra era redonda y calculó con bastante precisión su tamaño.  Fue bibliotecario en jefe.
  • Aristarco de Samos – Propuso la teoría heliocéntrica, o sea, aseguraba que la Tierra giraba alrededor del Sol.
  • Apolonio de Rodas – Poeta y estudioso, autor de Las Argonáuticas.

Es interesante saber que la biblioteca no era una institución única y aislada, era el epicentro de algo más grande; la biblioteca era el corazón del Museion, palabra de la que deriva museo y que significa “lugar consagrado a las musas”.

– “Apolo y las musas” / Nicolas Poussin

Las musas eran 9 divinidades que fueron engendradas en 9 encuentros amorosos consecutivos protagonizados por Zeus y su hermana Mnemósine, representaciones del poder y la memoria respectivamente. Las musas eran quienes inspiraban las artes, las ciencias y la memoria.  Estas eran: 

  • Alíope – poesía épica.
  • Clío – historia.
  • Erato – poesía lírica y amorosa.
  • Euterpe – música y poesía lírica.
  • Melpómene – tragedia.
  • Polimnia – himnos y poesía sagrada.
  • Talia – comedia y poesía pastoral.
  • Terpsícore – danza y coro.
  • Urania – astronomía.

Como podemos ver, el proyecto de Ptolomeo era mucho más ambicioso que la simple acumulación de los saberes del mundo. El faraón pretendía aglutinar en su ciudad toda la cultura del orbe.

La relación entre la biblioteca de Alejandría con esta suerte de nueva biblioteca portátil llamada Smartphone, resulta ser más que evidente. Sin embargo, me gustaría puntualizar un par de cosas en esta correlación.

Primero el alcance del contenido. La biblioteca de Alejandría era de uso exclusivo para un grupo selecto de individuos, el resto de las personas podían concurrir a las llamadas “bibliotecas hijas”, una suerte de sucursales que existían fuera del Museiom y que por supuesto tenían mucho menos material que la biblioteca central. 

Otro punto fundamental que debemos considerar con respecto a estas bibliotecas secundarias es el hecho de que muy pocas personas sabían leer, ¡y menos aún en griego! Que estuviesen abiertas al público analfabeto era inútil. Por lo que podemos inferir que la “democratización” actual del saber no se debe al libre acceso a la información, sino al proceso educativo masivo de la población.

Pero no todo lo actual es color de rosa. En aquel entonces, las personas concurrían a la biblioteca en procura de sabiduría. Había en general cierto purismo en la búsqueda del desarrollo personal, tanto material como espiritual. En cambio, hoy el Smartphone nos abre las puertas tanto del cielo como del infierno. 

En su pantalla tenemos acceso a tanto material que no nos alcanzarían 100 vidas para recorrerlo, y gran parte es gratuito. Podemos disfrutar del arte o aprender prácticamente cualquier cosa de cualquier tema; o por el contrario, podemos perder el tiempo en idioteces o peor aún, alimentar nuestros más bajos impulsos.

Con respecto a esto último surge esta pregunta que se repite incesantemente: ¿Debemos regular el contenido de las redes o restringir el uso de los celulares en las aulas? 

Definitivamente no. Estas medidas no solo resultan ineficientes, sino que incluso son contraproducentes: nada resulta más tentador que lo prohibido.

La clave no está en la oferta sino en la demanda. La solución la alcanzaremos cuando todos y cada uno de nosotros nos comportemos como individuos virtuosos y simplemente no consumamos lo que no hay que consumir, cuando invirtamos nuestro tiempo y no lo desperdiciemos. 

Soy consciente de que esto es muy difícil, la dopamina que libera el consumo de las redes es muy adictiva, tan adictiva como el consumo de drogas, tabaco o alcohol.

¿Suena fantasioso esperar que las personas se comporten como adultas y sean responsables de su propio futuro y de su propia salud mental? Quizás lo sea, pero no resulta más fantasioso que el imaginar que las prohibiciones han de funcionar cuando nunca, en ningún tiempo o lugar de la historia de la humanidad lo hicieron.

Redacción

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Luis Brandoni fue distinguido como Personalidad Emérita de la Cultura Nacional y donó el premio a La Casa del Teatro

El actor Luis Brandoni, de 85 años, fue homenajeado en la tarde del lunes en la cúpula del Palacio Libertad y recibió el reconocimiento de la Secretaría de Cultura como “Personalidad Emérita de la Cultura Nacional”. En ese marco, decidió donar el premio monetario de 1 millón de pesos a La Casa del Teatro.

“He decidido que el premio que se me está otorgando en este momento darle un destino distinto a quedármelo”, destacó Brandoni durante la ceremonia. El actor explicó su decisión en el mismo acto junto a la presidente de La Casa del Teatro, Linda Peretz.

Peretz agradeció el gesto y remarcó el impacto para los residentes de la institución. “Muchas gracias, siempre involucrándote para que los compañeros, sus pares, estén contentos, tranquilos, sanos, en una posición digna de que en esta vida la gente que vive en la Casa del Teatro son compañeros de verdad, compañeros míos, que no tuvieron la suerte de tener un pasar o una vejez digna y entonces viven en la Casa del Teatro. Yo agradezco muchísimo que un compañero como Brandoni se involucre de esta manera”.

Redacción

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