*Por: Agustín Monteverde (h)
Viejo conocido es el papel que protagonizó el campo en los años de bonanza kirchnerista. Un presupuesto equilibrado, basado en primera medida en una megalicuación del gasto -devaluación +400%-, se vio acompañado por precios históricos en los commodities, que, sumados a la ganancia de competitividad, impulsaron las exportaciones. Un coctel ideal para el despilfarro, donde el superávit fiscal permitió al ejecutivo gobernar con “caja”.
Pero como es lógico, las “cajas” se acaban y para gobiernos populistas ya no es tan simple manera la escasez. Situación que vivimos, con distintos vaivenes, desde 2008 a la fecha.
Habiendo transcurrido cuatro meses de gobierno, y coronavirus de por medio, el relato se enfrenta con la realidad. El déficit primario heredado se ha incrementado por aumento del gasto, y el recurso para financiarse, empujado por las limitaciones, ha sido la emisión de pesos. Una base monetaria que al día que en que comenzó la cuarentena había crecido un 45% anual, aceleró su ritmo durante abril para tener prácticamente el mismo incremento – 42%- pero en tan solo 45 días.
Mientras que el stock monetario crece, la producción continúa parada. Al ser pocos los sectores con actividad los precios aún no han sufrido impactos importantes, permitiéndole al gobierno cobrar el señoraje de la emisión. La mayor cantidad de pesos que tiene, continúan con el poder de compra previo al stock actual.
El mercado que ya ha reflejado la depreciación del peso en base a su abundancia es el del dólar libre -dólar MEP- a través de operaciones de bonos que cotizan en ambas monedas. Al ser un mercado líquido y que permite negociaciones inmediatas, la información de abundancia o escasez se traslada velozmente al precio.
Mientras tanto, el spread frente al dólar oficial se agranda. La situación de los exportadores se deteriora, teniendo costos que llevan el ritmo de la inflación, pero ingresos atados al valor de un dólar ficticio. Peor es el escenario para lo que sean commodities agropecuarios, donde el tipo de cambio para soja queda en $42 por efecto de las retenciones. Una diferencia respecto al dólar MEP de casi un 60%.
De las crisis se sale produciendo, y para eso será necesario que los precios reflejen su verdadero valor, en este caso el dólar oficial. Por lo tanto, aquí nos podríamos volver a encontrar con un sector exportador que venga a salvar las esperanzas populistas.
El retener el dólar oficial en valores que se alejen del ritmo del resto los precios detendrá cada vez más la economía, por lo que, si el gobierno tiene como objetivo recuperarla, deberá permitir su ajuste. Esto podrá tener como consecuencia un aumento de las exportaciones y, por lo tanto, una mayor recaudación. Por el otro lado, el gasto que no han querido tocar de manera cuantitativa, se verá ajustado de manera cualitativa.
De darse un escenario como el descripto, las cuentas fiscales se podrían ver subsanadas, por lo menos, en un principio. Receta habitual que ha tomado la clase dirigente argentina.
Fuera de este escenario quedan los análisis de batallas, internas y externas, que deberá llevar el gobierno como consecuencia de la licuación de los ingresos. Probablemente su capacidad para lograr instalar su relato y el alineamiento con sindicatos, sean los puntos clave para su éxito.
Tampoco hemos hecho mención a la negociación de la deuda. La propuesta presentada en el día ayer, en un marco sin perspectivas de disciplina fiscal, y donde aún se desconocen diferentes variables respectas a la oferta, parece difícil que tenga capacidad de éxito. Por lo tanto, con default o no, las negociaciones serán más simples si la Argentina muestra capacidad de pago gracias a un superávit primario.
Argentina parece estar atrapada en un espiral, repitiendo constantemente su historia. Veremos si esta vez, el camino es el mismo. Y si los que la rescaten también.
*Fuente: Ámbito Financiero