*Por: Rogelio López Guillemain
“Los que se abstienen de intervenir en la política de su país, pierden el derecho de quejarse de que sonríe cotizados, porque son ellos mismos los que se dan el déspota de que se quejan. Lejos de probar buen juicio y sensatez, prueban imbecilidad, vicio y degradación” – Juan Bautista Alberdi
Llama la atención, que los 3 “inventores” de la Argentina hayan estado exiliados (por propia elección o por obligación) y que hayan muerto lejos de su tierra. San Martín, quien nos liberó por las armas y nos hizo independientes; Alberdi, quien nos legó la Constitución liberal que afirma nuestros derechos individuales y que, cuando la cumplimos, nos convirtió en potencia; y Sarmiento, que priorizó la educación que nos hizo salir de la barbarie y ser el primer país en derrotar el analfabetismo. ¡Nada mal lo de estos 3 muchachos!
Este 29 de agosto, se cumplieron 210 años del nacimiento de Juan Bautista Alberdi, una de las mentes más brillantes de nuestra Argentina. Un prócer pacífico y un verdadero patriota, olvidado y enterrado por todos los gobiernos populistas y cavernícolas de las últimas décadas.
¿Y por qué tanta bronca con este hijo dilecto del Tucumán? Porque su legado les es muy peligroso. Porque supo entender y transmitir la idea de que el estado debe ser chico y estar al servicio de la gente, que el estado debe dedicase a defender los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad privada, y no debe convertirse en el botín de políticos enviciados de poder y obsesionados por hacerse millonarios… con la tuya claro.
Veamos que decía al respecto: “el Estado es libre en cuanto absorbe y monopoliza las libertades de todos sus individuos, pero sus individuos no lo son, porque el gobierno les tiene todas sus libertades”, “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual”. ¿Se puede encontrar una frase que describa con mayor lucidez el atropello con el que los gobiernos actuales nos esclavizan, no solo desde lo económico, sino hasta en el derecho a la libre circulación?, si no estamos viviendo una esclavitud con ropaje de democracia, ¿entonces qué?
También entendía que hacer que se respete nuestra libertad debe ser una tarea continua de todos y cada uno de nosotros. Era consciente del apetito desmedido de poder que tienen los políticos: “si queremos ser libres seamos antes dignos de serlos… La libertad no es la conquista de un día. El individuo carece de libertad en cuanto depende del estado de un modo absoluto. Las sociedades que esperan su felicidad de la mano de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza”.
El aceptar limosnas (llamadas subsidios o planes sociales) es el camino a la esclavitud, es vender el alma por unas monedas, es entregar la dignidad por un paquete de fideos con gorgojos. Porque “la ignorancia no discierne, busca un tribuno y toma un tirano. La miseria no delibera, se vende. El calor no es el patriotismo ni la sinceridad, es el resorte de los seductores del pueblo. El amor a la patria de nuestros demagogos es como el de esos seductores que hacen Madres a las niñas honestas: sincero como sensación, pero desastroso para el objeto amado”.
De este modo, “el gobierno pasa a manos de hombres que no necesitan más que carecer de todas las cualidades para ser candidatos al poder” y que no dudan un instante en prometer un paraíso que siempre termina en un infierno.
Para evitar que nos gobiernen estos demagogos corruptos es necesario “alejar el sufragio de manos de la ignorancia y de la indigencia”, pero ¿cómo?, solo hay un camino: “llenando al pueblo de inteligencia y de educación del gobierno de sí mismo”.
Porque el problema es que “nuestro pueblo no carece de pan, sino de educación, pues aquí tenemos un pauperismo mental. Nuestro pueblo argentino muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos en el arte de enriquecer”.
Debemos entender que “la soberana no es la voluntad del pueblo, es la razón del pueblo”, por eso es imprescindible desarrollar en la gente la consciencia cívica.
Es preciso comprender que “no son las libertades de las patrias las que han engrandecido a las naciones modernas, sino las libertades individuales, con las que el hombre ha creado y labrado su propia grandeza personal; factor elemental de la grandeza de las naciones grandes y libres”.
Es por ello que para ser realmente libres debemos comprender que “la libertad del hombre es la independencia del individuo con respecto al gobierno de su propio país”. Debemos tener cuidado con los políticos populistas, porque gracias a ellos, “todos los crímenes públicos contra la libertad del hombre han podido ser cometidos, no sólo impune, sino legalmente en nombre de la patria omnipotente, invocada por su gobierno”.
Y no importa que los legisladores disfracen de legal lo ilegítimo, porque “no hay asamblea que convierta en virtud lo que es un crimen”, ni que pueda acallar a los periodistas, porque bien es sabido que “la libertad de imprenta es la mayor barrera contra los ataques de la tiranía”. Este comportamiento es el que transforma en “déspota a todo aquel que cree que ser opositor al Gobierno es ser traidor a la patria”.
Por todas estas enseñanzas, es que Alberdi es silenciado por los impresentables que nos gobiernan. Su genio se adelantó a los males que nos aquejan y nos dio en la Constitución Nacional, las herramientas para prevenirlos, ¡usémoslos!
Entendamos que “mientras el gobierno tenga el poder de hacer moneda con simples tiras de papel que nada comprometen ni obligan a reembolso alguno, su poder permanecerá inalterable como un gusano roedor en el corazón de la Constitución Argentina”.
El estado, sus impuestos y regulaciones solo nos empobrecen. Alberdi lo explicó de forma magistral: “¿qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra”.