Muchos intendentes y gobernadores, que hasta ahora obedecían resignados, mascullando su bronca, las determinaciones de la jefa, Cristina Fernández de Kirchner, y de la agrupación estrella del cristinismo, inmediatamente se animaron a imaginar el futuro de otra manera.
Algunos cuentan los porotos para tratar de presentar sus candidaturas a reelecciones y cargos mayores. Todos saben que ahora la manera de negociar con Máximo Kirchner cambió. Sin Cristina -o con Cristina corrida el escenario electoral- La Cámpora va convirtiéndose en un cascarón vacío en términos políticos: no tiene inserción territorial sólida en la mayoría de los municipios y, si bien mantiene sus cajas nacionales, su control futuro dependerá de la actitud que la vicepresidenta adopte respecto del gobierno del Frente de Todos.
En las proximidades de Cristina reconocen en off que el inmediato “renunciamiento” de su líder tras conocerse la sentencia no fue un impulso sino una decisión basada en un estricto cálculo político. El gobierno es un desastre, casi el 80 por ciento de los argentinos son pobres según los indicadores que se utilicen y no hay manera de revertir esta situación en el corto plazo. Una candidatura hubiera sido exponerse a la catástrofe. En cambio, el apartamiento de cualquier pretensión electoral le permitirá criticar a mansalva tanto al gobierno actual como a la oposición. Cristina busca garantizar su sobrevida política después de 2023. Las implicancias sobre La Cámpora o sobre los referentes políticos y agrupaciones que se identifican con ella le importan muy poco. Como siempre, sólo le importa lo que le pase a ella.
Varios intendentes bonaerenses, incluso los que forman parte de la gestión del gobierno provincial, anticiparon su decisión sin esperar la sentencia: su candidato presidencial será Sergio Massa. Por un lado, es el único que parece garantizar la gobernabilidad hasta fines del año próximo. Por otro, es quien maneja la distribución de fondos, indispensables para garantizar la administración y la paz social en los municipios.
Aliados por la necesidad con Máximo Kirchner, los intendentes peronistas no lo soportan. Tienen en claro que el jefe de La Cámpora quiere barrerlos en cuanto se den las condiciones, para reemplazarlos por candidatos propios. Más aún, quiere destruir el sistema que permite que los alcaldes municipales controlen el electorado y los recursos públicos, aunque no sabe cómo hacerlo sin provocar una catástrofe electoral. Además, le objetan que no cumpla los acuerdos: le prometió la candidatura a gobernador 2023 a Martín Insaurralde, pero el candidato terminará siendo Axel Kicillof, quien cuenta con el respaldo pleno de Cristina. Los intendentes saben que Máximo y Cristina no son lo mismo. Ella se los dijo mil veces: no apela a terceros para negociar.
Sin Cristina en uso de la lapicera, el futuro de quienes han venido siendo las caras visibles de La Cámpora entra en un cono de sombras. Saben que, después de Cristina, llegará su turno. Para algunos serán carpetazos y causas judiciales con final anunciado. Para otros, la revancha por su destrato durante doce años. En la interna de la agrupación -que se ha vuelto mucho más encarnizada a partir del martes pasado- los que más tienen para perder exigen organizar grandes movilizaciones y campañas populares en defensa de Cristina, atacando simultáneamente el entramado judicial con el círculo rojo y la conducción del Pro. Pero los más cautos, que trabajan en municipios y entes estatales, saben que esas demostraciones no servirán de nada y que terminarían cerrándoles toda posibilidad futura de continuar en la política, aunque sea en posiciones menores.
La postergación de la participación de Cristina con el Grupo Puebla por su COVID-19 positivo sólo alargó el debate, generando un desgaste interno mayor. Aquí aparecen nuevamente las contradicciones entre la organización y su jefa. Para Cristina, su contagio agrega un elemento de victimización y de mayor empatía con sus seguidores. Para La Cámpora significó la imposibilidad de demostrar su músculo político en el espacio público, y de pasar listas sobre los aliados que continúan siendo fieles y quienes han tomado conveniente distancia.
Para los intendentes, el futuro es con Sergio Massa, más allá de que reconozcan a Cristina como una importante líder, pero no ya como conductora. Para algunos gobernadores, en tanto, se abre la alternativa de integrar la próxima fórmula presidencial, aunque más no sea ocupando el segundo término.
Para La Cámpora, en cambio, sólo aparece el abismo como futuro. Y aunque Máximo siga siendo el presidente del PJ provincial, su lapicera parece haberse quedado sin tinta.
*Fuente: REALPOLITIK