“Más mentiroso que político en campaña”, sentencia un refrán popular. No es necesario esforzarse mucho para corroborarlo. Y el presidente Alberto Fernández no es la excepción.
De la heladera llena y el retorno del asado a los hogares argentinos al “volver mejores”, los ejemplos que ofrece el Frente de Todos (FdT) desbordan la capacidad de enumerarlos.
La educación no es la excepción. Entre el “Gobierno de Científicos” que prometió y la realidad de la misma, sobre todo la universitaria (el ámbito de acción de esos científicos aludidos por el Presidente), hay un abismo.
Si bien el recorte presupuestario proyectado para Educación en el 2023 está en sintonía con la tendencia de los últimos 10 años, en que la mitad de los presupuestos nacionales implican ajustes que redujeron drásticamente los ingresos de los trabajadores. Esta vez el riesgo es aún mayor, ya que peligra la continuidad de las becas, contratos y servicios.
Pese a que regularmente se admite que resulta indispensable revertir la declinación sistemática de la educación en la Argentina, el Presupuesto 2023 estipula un recorte en educación que llegará al 15,5 por ciento, índice que duplica el recorte que sufrirá la administración pública nacional.
Siguiendo con la política del “pobrismo”, la propuesta presupuestaria para el año próximo proyecta un crecimiento del PBI del 2 por ciento, una inflación del 60, y más de un 70 de los recursos (casi toda la torta) para gastos sociales.
Si bien el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) se expresó de acuerdo con el proyecto enviado por el ministro Sergio Massa para el 2023, que prevé incrementos del 90 por ciento para gastos de funcionamiento de las instituciones de educación superior, su ejecución no asegura la continuidad de becas y programas de desarrollo dentro de las instituciones académicas.
El recorte al presupuesto educativo es una constante, más allá del signo político que ejerza el Gobierno. Y no sólo se trata de la drástica reducción de los ingresos. Los empleados de las universidades nacionales denuncian también la creciente inseguridad que impera en los predios de las unidades académicas.
Vale recalcar que la Ley de Educación Nacional sancionada en el año 2006, durante el Gobierno de Néstor Kirchner, establecía que el presupuesto consolidado del Estado nacional, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) no debe ser inferior al 6 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En los últimos años, esa disposición sólo se cumplió durante el último año de Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
El Informe “Presupuesto educativo nacional 2023”, de Gabriela Catri y Martín Nistal del Observatorio de Argentinos por la Educación y Javier Curcio (FCE/UBA, IIEP BAIRES-UBA CONICET), alerta que, pese a su importancia fundamental para sembrar el futuro de los argentinos, Educación es uno de los 6 ministerios a los que se impondrá un mayor nivel de ajuste.