– Federico, por primera vez Uruguay va a contar con un evento liberal y de derecha importante… ¿Qué aporta un acontecimiento como LiberArte?
Acá en Uruguay no pasan muchas cosas y esta iniciativa de Sergio Grozstein es muy valiente, muy jugada, porque acá muchas veces le buscan el pelo al huevo, de “ah no pero viene mengano, a ese no me lo banco”. Siempre están buscando a ver quién no, cuando en realidad a lo que hay que apuntar es a la aglutinación, decir “bueno, es la primera vez que vamos a tener esta instancia en Uruguay, tenemos que estar ahí” y es muy difícil lidiar con eso. Pero bueno, sin dudas para mi es un tremendo hecho político y cultural, hay que disfrutarlo, es una fiesta.
Uruguay es un país muy chico, muy provinciano. Eso tiene muchas cosas buenas y muchas malas. Entre las malas está el hecho de que nos conocemos todos o pensamos que nos conocemos todos, entonces eso determina que muchas veces no existan liderazgos, a causa de que “¿cómo fulano va a ser líder si yo lo conozco del colegio?”, “¿cómo mengano puede llegar a ser el referente cultural si yo me tomaba una con el tío del primo del hermano? Yo los conozco”. Entonces, esta instancia en la que viene gente de afuera que conocemos pero por la vida de las redes, va servir como motivador para que la gente se una porque creo que, al ser una sociedad tan pequeña, es una sociedad muy fracturada y eso determina que no se logre una unión en lo que es o podría denominarse los movimientos liberales en Uruguay.
Entonces, es una excelente oportunidad para que nos juntemos todos por la vía de los invitados que vienen, que tienen un peso a nivel Río de la Plata y Latinoamérica muy importante, para que podamos entender que el factor principal es la unión a pesar de que, por supuesto, somos todos liberales, por lo tanto, tenemos un componente individualista muy grande.
– ¿Qué temas vas a exponer en el evento?
Yo tengo una instancia con Karina Mariani, una periodista argentina. Yo colaboro con Faro Argentino, un medio de allá, y ella colabora con Mala Espina, que es un programa de radio que hago yo acá. Entonces, nuestra idea es encarar esos 40 minutos que tenemos de charla con un enfoque más periodístico. Creo que hay un enfoque político, un enfoque cultural, y dentro de este el factor periodístico, o de lo que es la información, es un elemento muy importante que muchas veces es desprestigiado o no es tomado en cuenta en función de que tanto los medios hegemónicos como las propias redes sociales, hacen que los contenidos periodísticos, que tienen una clara intención libertaria, se pierdan en ese barajo de información.
– ¿Cómo está Uruguay con lo que respecta a la batalla cultural?
En pañales. La batalla cultural está en pañales en Uruguay, somos pocos los que venimos dándola desde hace unos años. Si bien hay gente de otra generación y que entendió esa batalla hace mucho tiempo, en Uruguay todavía falta un poco de comprensión de lo que es y lo que significa la batalla cultural. Muchas veces se confunde la lucha cultural con la intención política o con el voluntarismo. Es importante que entendamos en instancias como LiberArte cuál es el camino, por donde es. Insisto, creo que hay que unir voluntades, más allá del individualismo, tenemos que bregar por la unión y desterrar el divisionismo de esta lucha; entender que estamos peleando contra un poder que es hegemónico, que es la cultura dominante, que el único factor que tenemos es la unión, sino nos pasan por arriba. Nos están pasando por arriba, la batalla cultural la venimos perdiendo por paliza.
– Argentina vive un periodismo obsecuente a la corrección política, ¿y en Uruguay?
Para que te hagas una idea, nosotros muchas veces vemos al periodismo argentino como una referencia, así que hacete una idea de lo pésimamente mal que estamos, de lo atrás que estamos.
Para empezar, en Uruguay no hay periodismo. No hay periodismo de investigación, hace muchísimos años que desapareció. Creo que estos dos años y medio de Covid, pandemia y todo lo demás, fueron determinantes para que el propio periodismo se cavara una tumba y se enterrara para siempre. Hablo del periodismo institucional que responde al poder político y a la partidocracia, el que vive del Estado.
Por otro lado, han surgido, por suerte, varias voces que, si bien no entran dentro del esquema del periodismo profesional, sí por lo menos tienen la intención de vereda cultural. Lo que estaría faltando para complementar eso es el factor investigación, darle un toque de profesionalismo a esa nueva vertiente periodística. El problema es que eso necesita financiación, necesita dinero. Sin plata no se puede investigar, esa es la verdad. Y bueno, nos están faltando iniciativa, medios y gente también que esté dispuesta a apoyar ese tipo de proyectos.
– ¿Cómo responde el gobierno de Lacalle Pou a la agenda globalista?
A pies juntillas, Lacalle es un peón del globalismo, un peón de la Organización de las Naciones Unidas. Tuvimos tres gobiernos de izquierda antes del de Lacalle y en estos dos años y medio, que justo coincidieron con la pandemia, y en este período, por ejemplo, todo el presupuesto y dinero público que se vierte en políticas de género, se ha multiplicado. Por ejemplo, todo lo que es políticas de derechos humanos globalistas, es decir, que tienen que ver con dictámenes internacionales que van en contra de lo que es la voluntad popular, como el tema de los militares que allá se resolvió con las juntas, acá se resolvió con una Ley de Caducidad. Esa se refrendó dos veces en las urnas por parte de la ciudadanía, sin embargo, el gobierno de Lacalle la desconoce y en estos dos años y medio han ido una centena de militares presos por la vía de la fiscalía que depende directamente de la presidencia de la república.
Entonces, en ese sentido, es un gobierno que aparentemente no tiene carácter ideológico, pero que claramente es un gobierno agendista, de corte absolutamente globalista, que responde a los intereses de izquierda.
– ¿Cómo está el liberalismo en Uruguay?
A nivel cultural, muy influenciado por lo que está pasando ahí (en Argentina). Es decir, la figura de Milei trajo la mileimanía, pero que se expresa en términos muy superficiales, o sea, en las redes sociales tenes la presencia de muchísimas “viboritas”, un montón de gente opinando, pero después en la vida y en los hechos, cuando hay que juntarse -por ejemplo, cuando nos juntamos a protestar contra las medidas liberticidas que impuso Lacalle Pou por la pandemia- la gente no acude.
Tenemos un proto-partido libertario en formación desde hace muchos años que no termina de definirse, que también tiene posturas a veces un poco tibias en relación a temas que son fundamentales que tienen que ver con las libertades individuales. Además, es un movimiento que a veces peca de un exceso de purismo desde el punto de vista ideológico, el debate si Rothbard dijo, si Mises dijo, si Fulano, que la Escuela Austríaca… bueno, en fin, cosas que se dan de cabeza con lo práctico que, lamentablemente, yo creo que le hacen muy mal a lo que es un movimiento político.
Entonces, falta una pata política y eso tiene que ver también con la ausencia de liderazgos y esa ausencia de liderazgos tiene que ver un poco con lo que dije al principio.
– La Justicia te persiguió por dar la batalla, ¿que te lleva a seguir dando la batalla cultural?
Mirá yo soy periodista desde hace 25 años y he ido a la Justicia en múltiples oportunidades por distintas cosas: ya sea por denuncias al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; por denuncias al gobierno; por decir que una intendencia frenteamplista responde a intereses comunistas; por no usar tapabocas para votar, cuando la mitad del sistema político acudió sin tapabocas el día del plebiscito de la Ley de Urgente Consideración.
A veces me cuestionan mis actitudes de rebeldía o de lo que fuera, pero yo no estoy jugando a ser el niño rebelde, lo que estoy es tratando de marcar la cancha desde el punto de vista de lo que son mis derechos y, sobre todo, mi libertad individual y eso, en un pueblo chico y una sociedad muy hipócrita donde la corrección política impera, se ve muchas veces como que soy la ovejita negra que está jugando a tirar de la piola. Y sí, se trata de tirar de la piola, porque se trata de marcar cuál es el límite para el poder del Estado, que en Uruguay es un poder muy fuerte, la sociedad uruguaya es estatista, es una sociedad que responde a una lógica de exceso de respeto a lo que es la autoridad y el rol del estado. Entonces, pelear en esas pequeñas cosas puede parecer a veces un capricho pero en realidad de lo que se trata es de dar un mensaje.
– ¿Qué mensaje podes darle a los liberales que no se animan a dar la batalla cultural?
Primero que nada, que se alejen del sistema político tradicional, porque en general los copta, el sistema político, la partidocracia. Ese es el consejo principal: tenemos que alejarnos de la política tradicional. Nosotros somos libertarios y no somos iguales desde el punto de vista político, no podemos conformarnos con entrar al sistema político.
Primero hay que romper lo que está mal con ese sistema y de eso se trata la batalla cultural, por eso está primero. Pero tratar de “colarse” en este sistema por la vía de una opción electoral libertaria, en Uruguay hoy, con lo que tenemos, va a conducir indefectiblemente a un “macaco” que nos va a decepcionar a todos, nos va a ridiculizar y le va a hacer muy mal al movimiento libertario. No tenemos un Milei, pero no lo tenemos porque no estamos preparados como sociedad para tenerlo.
Por lo tanto, el proceso en el que estamos es diferente al de Argentina, quizás estamos cinco años atrás, con Lacalle es como si estuviéramos viviendo el macrismo. Acá en dos años y medio va a volver el Frente Amplio porque este gobierno está haciendo todo para que vuelva la izquierda. Entonces en este proceso que tenemos, que es a siete años, tenemos que entender y sentarnos a trabajar en el aspecto cultural, romper la hegemonía cultural de la izquierda, eso significa, romper con la partidocracia. Eso implica tratar de buscar las coordenadas que nos lleven a poder combatir el sistema político desde adentro, pero no desde adentro de los partidos, que eso es muchas veces lo que termina coptando y llevándose a los militantes o a los que pueden tener intereses en las ideas de la libertad.